Opinión

La trabajada exigencia

Un grupo de dirigentes de Podemos entre los que se encuentra uno de los ideólogos de la causa, el secretario de Aragón Pablo Echenique, acaban de firmar un curioso manifiesto en el que se les pregunta a sus compañeros si son conscientes de que están traicionando los principios que alentaron el nacimiento de la formación y están contribuyendo con su comportamiento post electoral a la manutención de un partido como todos los demás. Un partido como los que se ha metido hasta las cejas en el mercadeo que genera pactos y que otorga y quita los cargos.

Echenique y los puristas suponían a lo que se ve, que Podemos estaba llamado a convertirse en la única y singular herramienta para la regeneración de una sociedad corrompida y una política abonada al vicio. Una situación, pongamos por caso, en la que se trapicheaba y se cambiaban cromos como consecuencia, entre otras cosas, de una ley electoral en mi opinión injusta en la que son los concejales los que eligen a su alcalde y los diputados regionales los que eligen a su presidente en lugar de que quien gobierne sea la lista más votada. Si así fuera, el chunchullo que se produce después de cada cita electoral se habría obviado y fuerzas minoritarias no se harían con cargos que el respaldo popular no ha facilitado y que solo dependen de las matemáticas. Pero naturalmente, Podemos no ha querido saber nada de esa solución porque con la imposición de las listas más votadas su apetencia de gobierno se habría cercenado de raíz.

Echenique no sospechaba que cuando uno de sumerge en el mar de la política lo hace para lo bueno y para lo malo. Por el camino se ha quedado Juan Carlos Monedero incapaz de aclarar los desperfectos cosechados por la intervención de Hacienda, y ha estado a punto de caer también Errejón por un motivo muy similar. Echenique y los que con él firman este manifiesto aún no se han percatado de que nada más traspasar la delgada línea roja que proponen las urnas, se han convertido a su vez en casta y que lo de ser casta es muy gustoso y sabe a fresas con nata. El conflicto era evidente y cualquier analista político de regional preferente lo habría adivinado. Lo que ya resultaba más difícil de considerar es que fuera un conflicto aireado en público con documento acreditativo, y que se produjera tan pronto.

Te puede interesar