Opinión

Tres ausencias

Pelé, el Papa emérito Benedicto XVI y Nicolás Redondo se han ido prácticamente al mismo tiempo, dejando su rastro en los informativos con un acento profundo que, por otra parte, expresa un comportamiento muy frecuente en las reacciones que siguen a los fallecimientos de los grandes personajes. En el caso de Pelé, el sentimiento es transparente porque el gran futbolista brasileño no transmitía acentos de polémica en su aventura vital, sus hazañas en los campos de fútbol eran de tal naturaleza que en su admiración y memoria estábamos todos fuéramos del equipo que fuéramos, naciéramos aquí o allá o perteneciéramos a una u otra generación. Pelé era el fútbol total, la sonrisa feliz y no hay más que hablar.

La cuestión a debate brota en el tratamiento de las dos personalidades siguientes, el pontífice emérito monseñor Ratzinger, y el histórico referente sindical Nicolás Redondo, aunque no por las mismas razones. El sacerdote alemán fue literalmente despedazo por una parte sumamente crítica de la opinión pública quien, durante su pontificado, se cansó de denunciar un pasado oscuro de pertenencias a negras facciones pro hitlerianas. Benedicto XVI nunca fue un Papa querido ni aceptado, porque se le motejó de clasista y poco dado a la solidaridad con las clases más desfavorecidas. Paradójicamente, esas mismas páginas que en vida del cardenal expresaban sus múltiples desconfianzas a la bondad de su designación, lo proponen hoy como una de las figuras más señeras de la inteligencia vaticana. Me recuerda la revisión al alza que impuso la figura de Reagan, quien pasó de ser un locutor de radio, metido a cowboy actor mediocre e incomprensible huésped de la Casa Blanca, a convertirse en uno de los adalides universales de la paz y la concordia.

Ante el féretro de Redondo se dan cita hoy los que no querían ni dirigirle la palabra y al que culpaban de haber roto el PSOE. Porque Redondo, una vez convencido por sí mismo y sus camaradas de que nunca lideraría el partido, se juró acabar con Felipe González y le plantó dos huelgas generales que a poco se lo llevan por delante. Por cierto, su hijo Nicolás Redondo Terreros estuvo al borde de ser expulsado por el nuevo socialismo de Zapatero por pasarse de crítico. Estas cosas pasan. Pero conviene recordarlas.

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