Opinión

Diálogo de besugos

Diálogos de besugos” era el título de la sección de una revista humorística cuyo nombre no recuerdo, pero tan famosa, como el citado título, que pasó a ser referencia en el acervo popular. Pues bien, me cuenta una amiga, que el otro día participó en un diálogo que bien podía hacer honor a los de la citada publicación, de la cual tal vez alguno de ustedes, queridos lectores, recuerden. Aunque hay que decir que el presente era para llorar y no precisamente para reír. Al parecer esta amiga mía, recibía día sí, día también, un aviso para la recogida de un paquete, en el que la dirección era correcta, pero no el nombre del destinatario. Una y otra vez devolvía el aviso a quién se supone correspondía, sin resultado alguno, hasta que la última, cogió el papelito y marchó a deshacer el entuerto. 

La oficina estaba vacía, y en las ventanillas los empleados charlaban entre sí o atendían el teléfono, no sabe mi amiga si las llamadas eran personales, o no. En una de las ventanillas, una desocupada miraba plácida a las musarañas, y a ella se dirigió a contar su caso. La contempladora de musarañas miró al papel con desgana, y sin dejar de dirigir su mirada a un lugar indeterminado, inició lo que podría llamarse una “conversación amigable”:

-Contempladora: “No es para usted”. –Usuaria: “¿Cómo lo sabe?” –Contempladora, sin dejar de mirar al vacío: “No es para usted”. –Usuaria: “¿Por qué está tan segura?” –Contempladora: “No es para usted. No es su nombre”. –Usuaria: “Pero es mi dirección”. –Contempladora: “Pero no es para usted. Reclame a quien lo mandó y puso su dirección”. –Usuaria: “¿Pero cómo voy a reclamar, si sólo pone el nombre escueto y reza mi dirección?” –Contempladora: “Estará confundida”. –Usuaria: “¿Y no puede estar confundido el nombre? Yo estoy esperando un paquete”. –Contempladora: “Reclame”. -Usuaria, ya en el disparadero: “Oiga, le estoy haciendo una pregunta lógica. ¿No puede estar confundido el nombre y no la dirección?” –Contempladora: “No es para usted”. –Usuaria, ya a punto de gritar: “¿¡Quiere levantarse de una vez, e ir mirar por la numeración, para quien es el envío!?” La contempladora se levanta malhumorada, camino del compartimento de paquetes. Vuelve con aspecto de “qué asco”, con uno en la mano. –Contempladora: “No es para usted”. Mi amiga no pudo salir de dudas, y nunca, nunca, saldrá.

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