Opinión

Juntos, sumamos uno

Según Shekar Saxena, director del departamento de salud mental de la OMS, ni las guerras, ni los desastres naturales, ni los homicidios, son comparables en número de víctimas a las registradas por suicidios en el planeta. Demasiadas personas no quieren vivir, les pesa la vida, se sienten desubicadas en este gran teatro del mundo del que quieren escapar por la única vía abierta que queda después de nacer. Sólo existen dos puertas: una, por la que se entra a la existencia, y que se cierra de inmediato sin poder volver atrás, y otra, que se abre al mismo tiempo, siempre franca a todo mortal.

El suicidio es otro de los extraños comportamientos del cerebro, en este caso encarcelado en la agonía de sí mismo. Las cifras de muerte voluntarias son escalofriantes: cada cuarenta segundos alguien decide cruzar la puerta de salida. Son muchas las desgracias que oprimen al ser humano, intimas, externas, reales e imaginadas; actualmente se vive en una realidad virtual. A todas ellas tiene que hacerle frente, y aunque la vida es hermosa, no siempre es propicia, y tiene instantes en los que la persona se hunde en el río de la desesperanza. Los que estudian este asunto, barajan infinidad de teorías, pero todavía ninguna de ellas es concluyente. Hay tratamientos médicos, psicológicos y psiquiátricos para quien da señales inequívocas de desequilibrios psíquicos o emocionales, entre ellos el estado depresivo grave. Pero sólo tratan de atajar o aliviar el mal.

Sin embargo, no en todo el mundo son visibles o claras las sintomatologías. Según Durkheim, en las sociedades católicas se producen menos suicidios que en otras más proclives a este final. Durkheim distingue cuatro tipos de suicidio que son: el altruista, causado por la baja estima de uno mismo; el egoísta, que tiene como base la falta de vínculos sociales fuertes; el anómico, que se da en el conjunto de una sociedad en la que los lazos de convivencia carecen de normas sociales o éstas sufren degradación; y finalmente el fatalista, producido en los individuos que padecen sometimiento de reglas demasiado férreas, como las esclavistas. Por supuesto sería harto prolijo entrar en estos estudios tan intrincados y complejos que sólo entienden los avezados en el tema. Para los novatos sólo queda el vértigo, el horror y el escalofrío. Porque todos los humanos, juntos, sumamos uno.

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