Nosotras, que sentimos la vida desde la entraña. En el seno de lo profundo, en nuestro líquido amniótico, néctar de la existencia, nos bebemos, nos nutrimos. Somos la savia de las rosas celestiales. Nosotras somos raíz , semilla, flor y fruto, mujeres que buscamos a quien nos ama en la esencia, amantes del silencio, la transparencia y la gracia. Nosotras somos lombriz de tierra que fertiliza, recicla y oxigena, abeja que poliniza y mariposa que nos unge la boca con su licor de miel.
Mujer que busca eternamente el eco de la voz que le habla dentro y la suelta en verso libre, en la blancura del árbol hecho papel en la que conjuga los sentimientos en universos de notas y letras mientras deambulan cual rebeldes adolescentes los trazos que recrean su latir. Nosotras sabemos a carne y piel, a viento, a agua y sangre, a vena y suero... y atravesamos los renglones que se nos escapan entre los dedos y se pierden en el lugar donde nosotras también nos hemos perdido absortas en el romántico crepúsculo del atardecer. Mas... sabremos vencer y salir del bosque oscuro. Subiremos al tejado donde han creado su tapiz todas las lluvias y entre las nubes abriremos nuestras alas. En el vuelo invocaremos al amor y nos seguirán aquellos que sueñan, aman y vibran con la palabra luminosa y verdadera. La que de nuevo -mecida por la nana de la luna- regresará al lecho adormecido, al pecho maternal de la tierra donde se fundirá para renacer -una y mil veces-convertida en luciérnaga.
