Opinión

LA DEMOCRACIA NO DEBERÍA SER EL REINO DE LOS MEDIOCRES

Apesar de su importancia, los resultados de las elecciones italianas no han merecido demasiado debate en España en los círculos propios de nuestro Sistema de poder, seguramente porque temen -y algo de razón no les falta- que pueda pasar algo similar en nuestro país. Hace unos meses viajé en varias ocasiones a Milán, y allí charlé con empresarios, ejecutivos, amas de casa y con dos taxistas, además de otras personas que me encontraba cuando efectuaba alguna compra. Escribí en www.fundacioncivil.org mis conclusiones: Berlusconi no estaba muerto y Monti se percibía como un empleado de la Unión Europea que había preferido obedecer a los alemanes antes que atender los intereses de su patria. No digo ahora que ese juicio se ajuste a la realidad. Sostengo que era lo que escuchaba, guste o no, Pero aquí, en España, los diarios afectos al Sistema trataban de engañar afirmando no solo que Berlusconi era un cadáver político, que el cómico Grillo no dejaba de ser una anécdota divertida, que la izquierda tampoco iba a dar grandes sustos y que Monti, el hombre impuesto negando los postulados esenciales de la democracia, era valorado, respetado y sería votado por los italianos. Pues ya ven su capacidad de predicción. Cuando los intereses se apoderan de la mente, el camino al error es cuesta abajo.


Hay quien dice que Italia ha votado contra el euro, que los resultados evidencian una desafección de los italianos respecto de la 'ortodoxia' europea encarnada en Alemania. Quizás sea un juicio algo exagerado, pero bastante de eso vive en lo sucedido. Un análisis teórico del comportamiento de la gente en cuanto al voto, diferencia dos posiciones: una, la de aquellos que detectan un problema, lo convierten en lo mas importante de sus vidas y votan a la persona que consideran capacitada para resolverlo. Otra, los que siguen a una formación política, se identifican con ella y hagan lo que hagan sus dirigentes, aunque mientan, engañen, falseen la realidad y lleven a un país al desastre, les siguen votando, manifestando un alto grado de masoquismo o quizás mas claramente de estupidez. O no tanta estupidez, si hay dinero por en medio, que todo cuenta. Yo añadiría otra mas: los que creen que la única manera de arreglar el problema es liquidar de forma violenta el Sistema, sin ofrecer a cambio nada diferente al caos. Son los que sustituyen a la inteligencia y la experiencia, por la emoción incontrolada y su derivada en violencia.


En este país nuestro, el grupo segundo es, desgraciadamente, el más abundante, y ese forofismo político se basa sobre todo en intereses concretos. ¿Cuanta gente vive en España directa o indirectamente de la política? Pues creo que millones. Esa gente vota en tropel porque no le interesa este país sino lo suyo, su modo de vida, el seguir viviendo a costa de lo que sea, aunque a diario vean como un tejido empresarial se hace jirones y servicios públicos esenciales se desmantelan. No es que tengan confianza ciega en las ideas, convicciones, ilusiones y proyectos de su partido. Es que comen, viven, se alimentan de él, de modo directo o indirecto. Por eso la partitocracia y sus derivadas, las redes clientelares, afectan de manera directa y grave a la democracia como modelo político.


Hace tiempo que lo vengo diciendo que lo que está fracasando de verdad es la democracia como modelo. Esa palabra admite, claro, muchas variaciones, diferentes significados, pero la forma de entender la democracia que tenemos en este país ha fracasado rotundamente. De ello son responsables los integrantes de la clase política y los que de ella viven. Como eso de un hombre un voto solo funciona en libertad real, esto es, cuando existe verdadero conocimiento de aquello a lo que va a votar, lo mejor es crear en la gente la ilusión de que son libres, que votan como ciudadanos, pero conseguir que de hecho hagan lo que esa clase política quiere. ¿Como? Fácil: creando un estatuto privilegiado para los políticos, cerrando el acceso a partidos distintos de los dos dominantes y comprando con subvenciones a medios de comunicación privados, además de monopolizando televisiones públicas. Berlusconi es posible en Italia porque tiene acceso a televisiones. Aquí, con el monopolio de los políticos, solo pueden hablar los que ellos quieren que hablen y siempre que digan lo que ellos quieren que la gente escuche. Por eso un resultado como el italiano es difícil que se de en España. Además, aquí, entre nosotros se ha instalado la mediocridad. Se confunde la democracia con la ausencia de autoridad, con la negación de la jerarquía, con el triunfo de los mediocres, de los que no han sido capaces de hacer nada útil en la vida de la sociedad. Un modelo social que eleva a los altares a la mediocridad solo es posible a base de perseguir implacablemente a la inteligencia. En Italia eso no sucede. Pero me temo que en España, a base de mal entender la democracia hemos conseguido una sociedad en la que se abandona la idea de nación, se anatematiza la autoridad, se niega la jerarquía, se persigue a la inteligencia y se potencia la mediocridad.

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