Opinión

SI HABLAMOS DE HISTORIA, CONVIENE CONOCERLA

El pasado miércoles, en el programa de Intereconomía el Gato al Agua, el señor Bosch, portavoz de Esquerra Republicana de Cataluña en el Congreso de los Diputados, exponía sus particulares visiones de la deriva independentista de su partido. y se sometía a las preguntas del presentador y de quienes ocupaban la mesa de debate de ese día, lo que en mi opinión dice mucho en su favor, porque son demasiados los que huyen del debate de ideas, los que tienen miedo a las contrarias, y por eso fabrican programas de televisión monocordes en los que la alabanza indiscriminada, patética y ridícula a un partido, se convierte en la única norma de conducta de todos los que en él participan. En un momento dado explicó que su vehemencia, de plástica más que discutible en ocasiones, era debida a que estaba convencido de lo que decía. Es, de ser cierto, un fenómeno muy extraño en la clase política actual,que actúa movida por conveniencias mucho mas que por convicciones, y que está dispuesta a abandonar sin el menor recato las convicciones de cualquier tipo, ético, oral, político, económico, al servicio de lo que constituye su única y verdadera finalidad: mantenerse a toda costa en el poder conseguido o lograrlo sin reparar en medios para alcanzarlo. Por eso su lema es el viejo dicho de Groucho: estas son las ideas de mi programa, pero si no te gustan, tengo otras para que me votes.


Boch expuso su idea y contesté. Ante todo no admitiendo el lenguaje empleado, esa dicotomía, ese enfrentamiento dialéctico entre Cataluña, de un lado, y España, de otro. No es así. Puede si quiere contraponer explicativamente Cataluña a Castilla, Andalucía, Galicia, Murcia, Cantabria... pero no a España porque desde tiempo inmemorial Cataluña ha sido parte de España. Por eso no debemos caer en la primera trampa: el lenguaje. Quien gana esa batalla externa puede acabar venciendo en la interna. Como dice Alfredo Conde, todo comienza por un cambio en el lenguaje, y sabe bien de lo que habla. Tenemos que terminar con ese modo de hablar, ese falso enfrentamiento de una parte con el todo, porque los modos de hablar acaban creando modos de pensar, y estos provocan modos de comportamiento.


Apeló Boch a la comparación con Escocia para fundamentar en la historia su llamado derecho de autodeterminación. Ante todo, se trata de dos historias totalmente diferenciadas. Lo malo de apelar a la Historia es que es necesario conocerla, porque de otro modo se cometen errores de bulto. Los señoríos catalanes nunca se constituyeron en Estado. Al contrario, posiblemente influenciados por el temor a los francos, abandonaron la obediencia gala para refugiarse en el Casal D´Aragó, que se integró, aunque a regañadientes, en la estructura unitaria de España a raíz del matrimonio de Fernando el Católico con Isabel y del fracaso en la descendencia del que el viudo Fernando tuvo con su sobrina Germana de Foix. Por eso nada que ver Escocia con Cataluña y si se necesitan ejemplos carentes de fondo, es que el asunto es endeble por esencia.


Le dije que si querría hablar de historia yo le relataba la nuestra, la de los gallegos, y de como los historiadores al servicio de intereses poco recomendables, la tergiversaron. Le recordé la actuación conjunta del Cluny y de la familia Borgoña para apoderase de la Corona de Castilla, León y Galicia, y de paso fagocitar en su beneficio el creciente poder de faro de la Cristiandad que, guste o no, sea el apóstol o Prisciliano quien se encuentra enterrado en la tumba, surgía imparable en lo que hoy es la capital de Galicia. Y le recordé como encerraron en prisión durante veinte años hasta su muerte al ultimo rey gallego, García, argumentado para semejante fin que era un rey 'parvo', como si eso fuera una excepción en la historia de la Monarquía, y sin reparar que a los parvos no se les encierra en prisión hasta su muerte, sino que se les da un juguete para que se entretengan un rato. Lo malo es cuando los parvos tienen como juguete un país entero, una economía, un presente y un futuro de una nación, pero en fin, eso son cosas que nacen de lo que René Guenón llama el reino de la cantidad y el signo de los tiempos.


Aseguró Bosch que en Cataluña hay mucha gente que quiere cambiar las cosas. Le contesté que allí y en Castilla, Andalucía, Murcia, Valencia, Galicia... En fin que ese sentimiento no es patrimonio exclusivo de los catalanes sino que se extiende la muchos españoles. En 1994 escribí en 'El Sistema' que la Constitución de 1978 nació vieja y que había que reformarla. Veinte años después son muchos los que han dejado de insultarme por escribir esa idea y se apuntan a ella. Bienvenidos al club a los nuevos conversos. Son demasiados los fallos estructurales que la realidad de cada día evidencia sobre nuestro modelo constitucional. La reforma es necesaria, porque sin alterar el marco político no cambiaremos en la dirección que deseamos. Pero conviene tener clara una idea: la Constitución reclama un sujeto constituyente y ese sujeto es la nación española, que decidirá lo que considere mejor, porque el derecho de autodeterminación nunca justifica la ruptura de un estado unitario en el que no existe persecución de minorías étnicas, culturales o religiosas.

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