Opinión

Dormir, soñar, vivir

Cuatro de cada diez ourensanos dormimos mal habitualmente. Estamos apañados. Existen múltiples estudios que relacionan el insomnio con una mayor incidencia de diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares, respiratorias, trastornos inmunitarios y mentales. Por si fuera poco, el insomnio también se encuentra implicados en la génesis de diversos accidentes y puede reducir nuestra esperanza de vida. Y es que cuando dormimos, perdemos la conciencia y dejamos de responder a la mayoría de los estímulos que nos mantienen despiertos. Es lo que ocurre durante la sedación, donde médicos y medicamentos pueden conseguir los estados de relajación y somnolencia que alivian nuestra ansiedad ante determinados procedimientos quirúrgicos o diagnósticos. 

Sostiene Aloysius que, si no dormimos bien, tampoco soñamos. O mal soñamos. Entonces, ¿qué ocurre con nuestros sueños? A lo largo de la historia, muchos sabios y científicos se vieron fascinados por la naturaleza de los sueños. Desde Platón y Aristóteles hasta Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. Modernos neurólogos y científicos han intentado desentrañar qué ocurre en nuestro cerebro mientras dormimos y soñamos. Soñamos con tal precisión que en algunas ocasiones nos cuenta diferencias nuestras experiencias oníricas de la auténtica realidad. Freud defendió que soñamos para satisfacer los deseos de nuestro subconsciente, en otras palabras, nuestros anhelos. Precaución al decirle a alguien: esta noche soñé contigo. Las tesis freudianas explicarían nuestros sueños más íntimos y eróticos, pero no nuestras pesadillas. Sin embargo, otros autores sostienen que soñar serviría para reducir nuestros temores y mantener nuestra salud mental. Con el descubrimiento de las diferentes fases del sueños, REM y no REM, se descubrió la intensa comunicación entre el tronco del encéfalo y la corteza cerebral. Investigaciones más recientes apoyan que la producción de los sueños se asocia a los recuerdos y al hipocampo, con un destacado papel en la consolidación de nuestra memoria. Incluso han llegado a proponer una zona caliente situada en la parte posterior del cerebro como el lugar donde se generan los sueños. ¿Es malo soñar mucho? En absoluto, excepto cuando esta intensa actividad onírica interfiera en nuestra salud. 

Algunos descubrimientos científicos y destacadas obras de arte han sido inspiradas por sueños. Martin Luther King afirmó haber tenido un sueño, un anhelo de libertad, justicia e igualdad para los afroamericanos, un sueño que en el siglo XXI todavía no se ha cumplido. Tal vez porque la mitad de los ourensanos dormimos mal, nuestros sueños como provincia y ciudad nunca se han cumplido. Tras años de promesas, por fin llegaron los soñados trenes de alta velocidad, pero a una estación tercermundista. El sueño del AVE soterrado, que hubiera modernizado la capital uniéndola con el populoso barrio de A Ponte también se quedó en el limbo. La ansiada ciudad termal, el fantaseado motor de la economía local al más puro estilo Baden Baden o Karlovy Vary, se quedó en unas modestas caldas, inundadas con demasiada frecuencia. Tristes sueños húmedos. ¿Existe consuelo? El 75% de los españoles padece insomnio y 1 de cada 5 consume diariamente ansiolíticos. ¿Soñar es gratuito? Rotundamente no: siempre hay que pagar un precio.

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