Opinión

Humo en los ojos

Acabo de llegar a casa. Suenan The Platters: “cuando tu corazón está en llamas, el humo entra en tus ojos”. Por supuesto, así resulta imposible ver y sentir. La banda sonora de estas primeras semanas de 2022. Parece que todavía no hemos cambiado de página en el calendario. Comenzamos con una insólita propuesta: gripalizar la covid-19, haciendo oídos sordos a los que más saben de estas cuestiones. Una más en 24 meses de ocurrencias. 

Al principio ya cometimos el error de comparar esta pandemia con la gripe. Por desgracia, el número de fallecidos pronto nos espabiló. La sangría continúa, ciertamente en menor medida. Tal vez nos hemos acostumbrado a contar más de 100 muertos diarios, una factura demasiado cara, vacunados o no. Según los datos oficiales, los fallecidos por covid-19 desde octubre de 2021 hasta la actualidad superan a las peores cifras de la gripe estacional. Por si no fuera suficiente, los expertos insisten: para cambiar su vigilancia epidemiológica, dicha patología debería convertirse en endémica, lo que de momento no está ocurriendo. 

Asimismo, contemplamos cómo nuestro país ha tomado medidas administrativas que nuevamente llegan tarde. Nos referimos a la intervención del precio de los test de antígenos, superadas ya las fiestas navideñas y la fiebre diagnóstica que entonces desataron, a precios desorbitados. Sin embargo, el resultado ha sido el esperado, un torbellino de casos de la variante Ómicron capaces de estresar un sistema sanitario público suficientemente mortificado. Las reuniones familiares trajeron como regalo de Reyes la ola de contagios más elevada de la pandemia. Otra vez ha fallado la pedagogía, prevaleciendo la falsa seguridad de las vacunas, que no evitan los contagios, sino que fueron diseñadas para paliar los daños mas graves y mortales, para proteger a los más frágiles e indefensos, a nuestros mayores y enfermos crónicos con su inmunidad debilitada, esos que siguen siendo los más castigados. 

La guinda del pastel la han puesto Djokovic y el Abierto australiano. Mala elección la del genial tenista serbio, probablemente el mejor de la historia de este deporte, intentando hacerle trampa a un país con una de las normativas mas intransigentes para el control de inmigrantes. Convertido en el adalid de los antivacunas y en un problema diplomático entre Serbia y Australia, su globo se ha ido desinflando a medida que se descubrieron ciertas artimañas destinadas a pasarse por el forro las normas comunes al resto de los mortales. Y no ha sido en defensa de la sacrosanta libertad individual que alegaron sus defensores, sino en su propio beneficio, para llevarse a sus bolsillos el dinero y el prestigio.

 Sostiene Aloysius que con este tipo de cargadas enseguida se pasa de héroe a villano. Una lástima para alguien que debe ser un ejemplo para los jóvenes. Repasando la historia de la medicina, descubrimos que la “fede di sanità” fue inventada en tiempos de la peste, documento que acreditaba que una persona había pasado la cuarentena y no era infecciosa, pudiendo viajar libremente. Eran tiempos heroicos de hogueras encendidas para combatir la pestilencia, y de miradas saturadas por el humo y la ignorancia. A estas alturas del siglo XXI ya deberíamos haber aprendido algo.

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