Opinión

La red de tenis

Sostiene Aloysius padecer jornadas tipo red de tenis. Ya saben, siempre en el medio, recibiendo los pelotazos de ambos rivales en la cancha. De manera involuntaria, el deporte de la raqueta ha vuelto al candelero en estas últimas semanas, no solo por la triste desaparición de Manolo Santana, el campeón que puso a España en lo más alto del tenis mundial, sino por la deportación de Novak Djokovic, tan genial como excéntrico, el único perdedor tras una enconada batalla contra el gobierno de Australia, una de las naciones más estrictas en el control de sus fronteras. 

Sus allegados anuncian ahora demandas millonarias contra el gigante de Oceanía, la isla más grande del mundo y la única nación que gobierna todo un continente. La pérdida de prestigio para el tenista serbio probablemente llevará a la cancelación de varios suculentos contratos con sus patrocinadores, amén de la prohibición de jugar en otros grandes torneos siempre y cuando no decida vacunarse contra la covid-19. Pensamos que inconscientemente se ha convertido en el abanderado del movimiento antivacunas, pues su comportamiento no parece regirse por una supuesta conspiración planetaria, sino más bien por sus propios intereses personales. Como no podía ser menos, en España se ha desatado también la polémica. 

El alcalde de Madrid defendió el reclamo publicitario que podría suponer ver a Djokovic en el Open de Madrid. En nuestro país, la vacunación no es obligatoria, y serviría con cumplir los requisitos de nuestras autoridades sanitarias para el resto de los mortales. Con celeridad se alzaron las voces contrarias, y Martínez Almeida se vio obligado a matizar sus declaraciones para amansar las aguas turbulentas. En otro índole de cosas, los que llevan ya tiempo sintiéndose como la red de una cancha de tenis son lo sanitarios españoles. Después de 2 años luchando contra esta pandemia, ahora les toca resolver un problema administrativo relacionado con las bajas laborales, exponenciales durante el pico más virulento de la sexta ola. Tanto que han originado la propuesta de acortar dichos ausencias laborales a 7 días. 

Recordemos que hace unos meses pasábamos de 14 a 10 días, para ahora situarnos en el límite semanal, siempre y cuando el estado de salud del afectado lo permita. Incluso hay quienes, abrumados por el perjuicio que tanta incapacidad laboral junta representa para nuestra maltrecha economía, han propuesto abreviar todavía más y dejar la cuenta en 5 días. Una vez más, y ya van unas cuantas, ha fallado la pedagogía pandémica. La controversia entre salud y economía se ha avivador con el mantra del huevo y la gallina: no hay salud sin economía ni economía sin salud. Sin embrago, prestigiosos inmunólogos nacionales e internacionales han manifestado sus dudas científicas al respecto. A la variante Ómicron, la prevalente a nivel pandémico actual, la bastan solamente 2 horas para contagiar a un contacto estrecho. Se disemina con una rapidez semejante al virus del sarampión, capaz de infectar a mas del 90% de una población susceptible no vacunada. 

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