Opinión

Malditos roedores

Ya peinamos canas los que nos criamos con los dibujos animados de “Pixie y Dixie”, aquellos graciosos ratoncillos con acento mejicano y cubano, perseguidos hasta la extenuación por el gato Jinks. Los que saben de qué estamos hablando recordarán el particular deje andaluz del malhumorado felino, al renegar de sus diminutos contrincantes. Esta serie de animación fue producida por el exitoso tándem Hanna-Barbera, creadores también de “Tom y Jerry”, otra inolvidable pareja de rivales. La nómina de célebres roedores la completan, entre otros, Mickey Mouse, Super Ratón y el Ratoncito Pérez, acaparador coleccionista de dientes de leche. Esta imagen amable en la iconografía popular contrasta con la mala fama acarreada por estos animales en la historia, pues la proliferación de ratas y ratones ha sido asociada a pestes y hambrunas.

Los hermanos Grimm convirtieron en cuento una antigua leyenda alemana donde un misterioso flautista librada a la ciudad de Hamelin de una incómoda plaga de ratas. Sin embargo, ratones y ratas han contribuido a incontables avances científicos y médicos. Por su pequeño tamaño y gran capacidad reproductora, estos animales han sido utilizados en las investigaciones in vivo, para indagar cómo reaccionan los mamíferos frente a las infecciones e intoxicaciones. Sin su valioso sacrificio hubiera sido imposible desarrollar muchos medicamentos, vacunas y anticuerpos monoclonales. Asimismo, en su organismo se han podido reproducir y analizar detalladamente enfermedades como el cáncer, las patologías
infecciosas y genéticas, y el funcionamiento del sistema inmune. Este reconocimiento científico ha ido creciendo paralelamente al desarrollo de leyes encargadas no solo de proteger sus derechos, sino también el del resto de los animales de experimentación. 

Hoy traemos estas reflexiones a colación de una reciente hipótesis defendida por un grupo de científicos chinos respecto a la transmisión de la variante ómicron del coronavirus. Concretamente, estos investigadores responsabilizan a un huésped animal, en este caso el ratón, como el facilitador de la extraordinaria capacidad mutagénica de ómicron, 3.3 veces más rápida que otras variantes, con 27 mutaciones acumuladas en la proteína de la espícula, esa especia de llave que permite al virus infectar las células humanas. En total, las 45 mutaciones puntuales que diferencian a ómicron de las variantes alfa, delta y gamma, son extraordinariamente parecidas a las asociadas a la evolución de este coronavirus en el entorno celular de los ratones. Entrando en profundidad, la veloz infectividad de ómicron estaría relacionada con la mayor afinidad de su proteína espícula por el receptor de enzima angiotensina-2 de los ratones. Por ello, los científicos chinos apuntan a que esta variante infectó primero a los roedores para luego transmitirse a los humanos en una trayectoria evolutiva interespecies. 

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