Opinión

Philadelphia

Se han cumplido 28 años desde el estreno en EEUU de la película “Philadelphia” (Jonathan Demme, 1993), un buen momento para repasarla y reflexionar qué ha cambiado en el sida después de 3 décadas de lucha. El director se sintió obligado a rodarla al enterarse que un íntimo amigo suyo era seropositivo. Se trataba del pintor e ilustrador gijonés Juan Suárez Botas, que acabaría falleciendo de sida a los 34 años en Nueva York. El argumento se inspiró en las historias de dos jóvenes abogados, Geoffrey Bowers, de Nueva York, y Clarence B. Cain, de Filadelfia, despedidos por sus respectivos bufetes al descubrir que estaban infectados por el VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana). Bowers falleció en 1990, después de ganar su pleito en los tribunales tras 6 años de litigio. Por su parte, Clarence B. Cain, sucumbió a la enfermedad tan solo 2 meses después de haber ganado también su demanda. 

Jonathan Demme encargó el guión de la película a Ron Nyswaner, un escritor y reconocido luchador a favor de los derechos de
la comunidad gay. “Philadelphia” representa un notable alegato contra la discriminación, en este caso de los enfermos con sida, y un canto a libertad sexual de las personas. Debemos recordar que en los albores de esta pandemia, muchos identificaron la enfermedad con diferentes grupos de riesgo, homosexuales masculinos (la peste gay), adictos a drogas por vida intravenosa, incluso a determinados grupos étnicos y raciales, como varones de color de origen haitiano y africano. 

Largo y difícil ha sido el camino desde el diagnóstico de los primeros casos. Todos recordamos la tenaz disputa en 1983 entre el Dr. Robert Gallo y el Dr. Luc Montaigner, a raíz del presunto descubrimiento del VIH, así como las controvertidas opiniones del premio Nobel de Química de 1993, el bioquímico estadounidense Kary B. Mullis (1944-2019), negacionista del SIDA y del cambio climático. Paradójicamente, Mullis pasó a la historia por el descubrimiento de la reacción en cadena de la polimerasa (PCR), que permite identificar de manera rápida y con muy alta probabilidad a bacterias o virus causantes de una enfermedad, como por ejemplo el Sars-Cov-2. 

El tratamiento entonces se basaba en la popular AZT (zidovudina), el primer antirretroviral empleado en el tratamiento del SIDA, y otros fármacos con antifúngicos y aciclovir. Hoy en día, el TAR (tratamiento antirretroviral) es una potente combinación de diferentes grupos de fármacos que debe personalizarse e iniciarse lo antes posible. Para Reyes Velayos, presidenta de Cesida (Coordinadora estatal de VIH), la calidad de vida de estos pacientes está ligada a la no discriminación ni estigmatización. Aproximadamente, en la actualidad, 38 millones de personas tienen sida en el mundo. Alrededor de 28 millones tienen acceso a la medicación. En 2020, se contabilizaron 700000 muertes.

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