Opinión

Psicodelia

Hace cuatro décadas, una película dirigida por Ken Russell cosechó las críticas más dispares de los comentaristas especializados y el público en general. Su sugestivo título, “Un viaje alucinante al fondo de la mente”, prometía. Algunos aficionados recordarán a este director por sus estupendas interpretaciones cinematográficas de la obra de diferentes genios musicales, como Elgar, Liszt, Mahler o Debussy, por ejemplo.Y por supuesto también por “Tommy”, la adaptación para la gran pantalla de la mítica ópera rock de l grupo británico The Who. Desde el punto de vista médico, dicha película describe la relación entre las drogas alucinógenas y determinadas alteraciones de la percepción, que en su tiempo suscitaron el interés de los investigadores que intentaban comprender la génesis de ciertas patologías psiquiátricas, como la esquizofrenia, donde la sintomatología predominante son las alucinaciones. 

Aquellos científicos emplearon sustancias químicas, naturales o sintéticas, y los denominados tanques de aislamiento sensorial, como los utilizados en la ficción por el visionario Doctor Eddie Jessup, interpretado por el recientemente desparecido William Hurt, un fisiólogo y catedrático de la prestigiosa facultad de Medicina de Cornell (Nueva York). Toda la actividad cerebral de estas experiencias era registrada en series de electroencefalogramas. Además de las drogas psicodélicas, el protagonista de la película empleaba el yoga y las creencias budistas para aproximarse, supuestamente, al yo interior. 

Para el Doctor Jessup, el sistema límbdico sería el lugar del cerebro que albergaría las consciencias anteriores de cada ser humano. Confieso que en nuestra juventud, muchos nos aficionamos a los sonidos psicodélicos de varios grupos musicales como Pink Floyd o The Doors. Hasta los Beatles, los Rolling Stones o los Beach Boys firmaron famosos éxitos psicodélicos. Traemos estas cuestiones a colación motivados por la reciente publicación de un reciente artículo científico firmado por los Doctores Ballentine, Freesun Friedman y Bzdok, de las universidades de Brooklyn, Harvard y Montreal. Mediante “machine learning” vincularon las experiencias psicodélicas con 40 subtipos diferentes de neurotransmisores cerebrales, concluyendo que las drogas alucinógenas podrían convertirse en el próximo gran avance para mejorar la atención clínica de las principales afecciones de salud mental. 

Precisamente, en un futuro cercano, los sistemas de aprendizaje automático podrían predecir con precisión que combinaciones de receptores de los neurotransmisores neuronales deberían estimularse para inducir estados específicos de experiencias conscientes en una determinada persona. Esta etapa sería muy ilusionante, pues combinando este tipo de estímulos con otros procedentes de áreas científicas específicas dentro de la inteligencia artificial y la realidad virtual podrían curar trastornos psiquiátricos que hoy en día causan dolor y malestar
a miles de enfermos y sus familiares. Dentro de ellas estarían las depresiones e incluso las tendencias suicidas, con datos procedentes de rigurosos metanálisis. Retomando “Un viaje alucinante al fondo de la mente”, parece que, una vez más, la ficción podría superar a la realidad.

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