Opinión

En tiempos como estos

Bajando hacia Ourense por la carretera de Velle, el sol otoñal apuraba su escondite tras el monte del Seminario. En la radio del automóvil comenzó a sonar “In Times Like These”, en la conmovedora voz de Mavis Staples: “En tiempos como estos, necesitamos encontrar el camino para conseguir días mejores”. En atardeceres como estos hemos contabilizado infectados, enfermos, difuntos. En crepúsculos parecidos hemos contemplado impotentes cómo las fuerzas de la naturaleza desatadas contra el hombre se han llevado por delante vidas y esperanzas. En ocasos que parecen repetirse desde el principio de los tiempos, la crueldad de los poderosos se ha cebado con los desventurados. Las desgracias se suceden, empujándonos en la procura cotidiana de un futuro mejor.

Un cualificado epidemiólogo nos advertía el otro día sobre la desigualdad de la pandemia de covid-19, con países enfrentándose a la revacunación de sus enfermos más frágiles, mientras otros apenas habían inmunizado al 1% de su población. El mismo experto se atrevía a aventurar que esta infección por el coronavirus SARS-Cov2 tardaría unos seis meses en convertirse en una infección similar a esa gripe que nos visita cada año, con el frío del invierno. También estimaba que la pandemia dejaría de serlo para convertirse en una infección endémica más propia de zonas donde la inmunización hubiera sido deficiente. 

En tiempos como estos, los epidemiólogos han cedido la palestra a los vulcanólogos, presentes cada día en los medios para pronosticar hacia dónde se encamina la desgracia que se abate sobre La Palma, millares de personas perdiendo absolutamente todo. En días como estos, muchos prójimos han tenido que abandonar sus hogares prácticamente con lo puesto, mientras las coladas de lava arrasaban todo a su paso, viendo desaparecer sus viviendas a cámara lenta bajo una lengua brutalmente encarnada incandescente. Y donde no ha sido el fuego, se han presentado las lluvias torrenciales, descargadas sobre barrizales incapaces de absorber tales súbitas avalanchas. En jornadas como estas, ya nadie se acuerda de los oprimidos de Afganistán, contumaces virus, volcanes desbocados y gotas frías parecen haberlos borrado del mapa, en una geografía belicosa y abrupta donde las niñas ni siquiera pueden ir a la escuela. Y ya saben, al no mencionarnos dejamos de existir. Por eso recomendaba Oscar Wilde que hablaran siempre de uno, aunque fuera mal. En días como éstos, dentro de pocas décadas, humanos como nosotros vivirán en Marte en una ciudad bautizada como Nüwa, el proyecto de expertos internacionales, pendientes solamente de afinar los avances tecnológicos que permitirán esta increíble odisea. Ideas como éstas nos llenan de esperanza, aunque no vayamos a estar en este planeta.

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