Opinión

Vacunas y mascarillas

En 1971, dos guiris en Benidorm, se juntaron para formar el grupo musical “Cañones y mantequilla”. Asentados en Malasaña desde 1973, la vocalista JTudy Clericuzio, fallecida en 2019, y su pareja Jack Jamison, voz, guitarra y armónica, decidieron unir sus destinos en pro de la Country Music, su profesión, su pasión y su vida. Para el nombre de su grupo estos estadounidenses modificaron un concepto ya clásico en economía, la disyuntiva cañones o mantequilla, acuñada por el premio Nobel Paul Samuelson (1915-2009), y a su vez inspirada en una frase de un discurso del líder nazi Hermann Goehring, una arenga a las masas en 1936 durante la escalada armamentística previa a la conflagración mundial de tan infausto recuerdo.

En tiempos de guerra, ¿qué producir?, ¿armas en lugar de alimentos, o viceversa? Sea cual sea la decisión, existirá siempre un coste de oportunidad. En cierta manera, y sin la impronta bélica de aquellos tiempos, llevamos 24 meses de economía de guerra planetaria contra el coronavirus. El concepto clásico de Samuelson continúa de rabiosa actualidad. Nos preguntamos ¿cuál es el coste de oportunidad de hacer oídos sordos a las recomendaciones sanitarias? Hasta hace un par de años, podíamos realizar actividades normales sin mayores problemas como viajar o ir a los bares y restaurantes. Este coste de oportunidad suponía, como mucho, sobrellevar una epidemia gripal, más o menos controlada por las campañas de vacunación anuales y la inmunidad colectiva. En los primeros meses de 2020, las restricciones impuestas para detener una morbilidad y mortalidad intolerables por el covid-19, obligaron a tomar una nueva decisión, sacrificando normalidad a cambio de evitar los contagios, con todos los costes sanitarios, económicos y sociales que todavía seguimos abonando factura. 

En menor medida, ya con las vacunas entre nosotros, cada oleada pandémica obligó a los diferentes estados a tomar la decisión de fabricar cañones o mantequilla, según el caso. De paso, hemos ido aprendiendo varias evidencias:

Primera: ante una afección que se transmite por aerosoles, las mejores medidas de protección han sido las mascarillas y el distanciamiento social. Segunda: la mayoría de los infectados se enferman de manera leve. Tercera: sólo un pequeño porcentaje de los infectados serán pacientes graves y necesitarán hospitalización. Cuarta: existe una susceptibilidad individualidad, determinada por la genética, el estado de inmunidad natural y los factores de riesgo (patologías asociadas). Quinta: las vacunas no evitan la infección, sino que amortiguan la gravedad. Sexta: si bien en menor medida, los vacunados pueden contagiar el virus, igual que los asintomáticos. Séptima: la vacunación es recomendable y necesaria. Octava: no existen certificados que eviten la transmisión. Novena: el final vendrá de la mano de vacunas esterilizantes o fármacos bloqueadores del virus en las primeras fase de la infección, impidiendo su diseminación. Décima: ¿vacunas o mascarillas? De momento, vacunas y mascarillas, cañones y mantequilla.

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