Opinión

A donde fueres...

Haz lo que vieres. Así reza el conocido aforismo que invita a adaptarse a los lugares, gentes y circunstancias, incluyendo el discurso, para no desentonar. 

Con seguridad, Zapatero fue el más nefasto presidente que tuvo este país —al menos hasta ahora—, y no por llegar a la Moncloa en un tren, por dejar por puro populismo a las mujeres afganas abandonadas a su suerte bajo el régimen talibán, olvidando el humanitarismo, ni por hundir la economía nacional por debajo de la línea de flotación de las Fosas Marianas; ni siquiera por su pésima gestión basada en la crispación y el enfrentamiento, sino por crear la escuela de la confrontación, de cuyas aguas bebieron hasta atragantar a la ciudadanía, lo mismo Yolanda Díaz, que Pablo Iglesias o Pedro Sánchez, y todos sus respectivos compinches, esos acólitos mal acostumbrados a tener cargada la escopeta del insulto y disparar a bocajarro a la mínima que alguien disienta con sus tornadizas propuestas. Esos que, en lugar de buscar un consenso razonable y razonado para que el país avance, procurando el bienestar general, se enzarzan en la consabida retahíla de epítetos que van desde facha hasta fascista.

Dejando al margen la poca o nula relación que pueda tener con españoles nacidos mediando los años 70, o que el mismo Paul Preston -además de otros reputados hispanistas-, de un tiempo a esta parte están explicando por qué las dictaduras de Oliveira de Salazar o la de Franco nunca fueron regímenes fascistas sino autoritarios, en general se asimila fascista a dictador sanguinario, asesino, homicida y genocida, Es éste un motivo a mayores por el que en Europa no se tolera el uso de esas atribuciones tan a la ligera como acostumbra a ladrar la izquierda española. 

Con motivo del fin de la presidencia de turno de España en la Unión Europea, al Europarlamento se  fue un Pedro Sánchez quien, en lugar de justificar o cuando menos dar explicaciones de su gestión, se limitó a soportar el vergonzoso y vergonzante chaparrón con el que Puigdemont le dio un buen baño, para acto seguido cargar contra el representante de los populares europeos, dándole la espalda a Weber en el turno de réplica, escandalizando por mucho más que su falta de educación.

Y es que en Europa, cuyo fin es la “Unión”, están muy mal vistas las conductas que incitan a la confrontación y el separatismo, a lo que se suma la repulsa a calificativos como fascista, al que son muy sensibles alemanes, austríacos y checos -además del resto de países que sufrieron en sus carnes la violencia del régimen Nacional Socialista de Hitler-, y donde lanzar ese tipo de acusaciones, si no constituye directamente un delito de odio, por lo menos se identifica con un muy crudo pecado social, hasta el punto de que los agravios que escupió Sánchez desde la tribuna no sólo ofendieron severamente a los representes conservadores y liberales europeos, sino también a los parlamentarios socialdemócratas, progresistas y ecologistas. En Europa las medidas son distintas, y rigen unas formas y un respeto por la pluralidad de ideas que desde el Gobierno de España intentan desintegrar con el rodillo de la afrenta. Esta conducta le valió al presidente español la repulsa general y la vía libre, por parte de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen,  para que los eurocomisarios cuestionen la amnistía que Sánchez -o Puigdemont, vaya usted a saber-, pretende imponer desde Moncloa. Nunca tanto daño se podría haber procurado un presidente por ser tan bocachancla.

Se atribuye a Esopo la fábula cuya moraleja, de doble lectura, indica que hay personas cuya ambición es tan desmedida que no les importa destruir lo que les mantiene a flote, mostrando toda su maldad sin importarles el daño que puedan autoinfligirse. Según el relato, un escorpión solicitó a una rana que lo cargase para cruzar el río. Ante la duda del batracio sobre si no acabaría atacándolo, el escorpión argumento que de hacerlo, ambos se hundirían en el río. La rana aceptó y, a mitad de camino, el escorpión picó a la rana, a lo que ésta le preguntó por qué lo había hecho, si ahora morirían los dos, a lo que el escorpión contestó: “Es mi naturaleza”.

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