Opinión

Anno Orribilis

Debe ser cosa de la expectativa, que a Perico le ha bastado la designación como candidato para que se le suba la tontería a la cabeza y sin dar tregua, no sólo dicta órdenes al actual presidente en funciones sino que se limita ante la prensa a los monosílabos, y bajo amenaza de estar a dos pasos del plasma afirma no tener por qué dar siempre explicaciones, como si su reino no fuera de este mundo. Mientras esto sucede, a Pablo tampoco se le bajan las ínfulas, aseverando que no hay régimen como el chavismo ni país donde los españoles sean más felices que la Venezuela de Maduro, aunque por si acaso él prefiera vivir a 7.241,74 kilómetros de Caracas.

La república bolivariana se debate por los estertores últimos de un presidente que pretende utilizar toda la maquinaria de la Administración para dar un golpe de Estado. Lo ha intentado nombrando a dedo a un Tribunal Supremo que, fiel a su amo, perseguía anular las actas de cuantos más diputados de la oposición pudiera para perpetuarse en el poder.

Fracasado el proyecto, la siguiente intentona fue convocar un gobierno de mentirijillas en su residencia oficial, a puerta cerrada y excluyendo a la Asamblea Nacional para, en un fallido golpe de efecto, proclamar el estado de emergencia asumiendo el mando absoluto de la nación. Pero este nuevo revés no lo amilana, menos aún considerando que el presidente de la Asamblea Venezolana apura el procedimiento para revocar a Nicolás Maduro, que aun defendiéndose como gato panza arriba resiste como un tigre ante la posibilidad de acabar en manos de la Justicia.

De toda esta gestión y picaresca queda el panorama que Pablo Iglesias tanto admira: el primer productor de petróleo de Latinoamérica arruinado por el saqueo del tesoro público a lo largo de diecisiete años por parte de las familias Chávez y Maduro, junto a los acólitos de ambos. Y por si no bastara han estado regalando petróleo por 4 dolares a países del área, a pagar dentro de 25 años. Con unos recursos procedentes del crudo es imposible que un país como Venezuela pueda sostenerse. A los venezolanos y españoles ahí domiciliados les aguarda un período muy duro, un verdadero anno orribilis, hasta que puedan volver a ver el cielo despejado.

El hambre ya acucia. Una singular “Ministra de ¿Agricultura Urbana?” insta a los caraqueños a sembrar verduras dentro de tiestos y latas en sus balcones, tal es la necesidad. Fuentes consultadas en la capital confirman la cantidad de españoles que pasan privaciones, solicitando incluso medicamentos a punto de caducar para atender a enfermos que, junto al resto de venezolanos, carecen de los remedios más esenciales. En tanto esto sucede el presidente de Venezolana de Televisión, Jordán Domínguez, en sintonía con el régimen, ante amenazas como el virus del Zika arenga a los ciudadanos a que no enfermen, como si ellos dependiera la picadura del mosquito.

La carencia de productos esenciales y medicamento afecta a esos mismos paisanos nuestros que hace cinco décadas dejaron atrás el terruño para enviar divisas a España mejorando la condición económica de todos. Ahora son ellos los que requieren de nuestra solidaridad, canalizada a través de la más eficaz red de distribución que existe en el exterior: la Federación de Centros Españoles de Venezuela que aglutina a unas cien asociaciones como la Hermandad Gallega en Venezuela, Fundación Benéfica Hijos de España o la Asociación Civil hijos de Orense. Ellos conocen por nombre y apellido a nuestros paisanos, haciéndoles llegar toda la ayuda que desde aquí se envíe. Porque son los orensanos las gentes más generosas que alumbran la nación y eso, aunque Pablo Iglesias lo ignore, lo sabe hasta el presidente de la Asamblea Bolivariana de Venezuela, Henry Lisandro Ramos Allup.

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