Opinión

Carbono 14

Vaya por delante que, desde mediados del siglo pasado, los científicos han podido datar hallazgos orgánicos gracias a la presencia -o pérdida- de carbono 14, es decir, gracias a la huella de carbono. Por definición el carbono 14 es un isótopo de carbono débilmente radioactivo, conocido igualmente por radiocarbono. Cada 5.730 años, la radiactividad del carbono 14 desciende a la mitad por lo que resulta útil como cronómetro isotópico, estableciendo la edad precisa de un resto orgánico, al menos en un espacio temporal de 50.000 años atrás. En la misma línea conviene ubicar el presente en su era geológica, hallándose la Humanidad en el Holoceno, también denominado “Período posglaciar” que se inició hace 11.700 años. 

¿Qué quiere decir esto? Pues que, por un lado, la última glaciación terminó hace 12.000 años, y por otra, que estamos en un período interglaciar. Además se debería considerar que hace 12.000 años, obviamente, no existían fábricas contaminantes, automóviles, aviación, carrera aeroespacial, etc, etc., que tuvieran impacto alguno en la huella de carbono. Sin embargo, resulta interesante saber que todo ese carbono se origina en la atmósfera por reacciones nucleares de nitrógeno y neutrones térmicos que se producen de manera natural por la acción de los rayos cósmicos, además de como consecuencia de bombardeos como el de Hiroshima y Nagasaki, y pruebas con armas nucleares en los años 50 y 60, además de accidentes nucleares como Windscale Piles en el Reino Unido en 1957, Three Mile Island en Estados Unidos en 1979, Kyshtym y Chernobyl, ambas en la antigua URSS en 1957 y 1986 respectivamente, al que hay que sumar en 2011 en Fukushima, Japón. A esto se añaden incidentes como la bomba de Palomares, en España en 1966, y las fugas de centrales en Francia en los años 90, en Estados Unidos -que comunican cuando les da la gana-, y en otros países todavía más opacos que por no notificar, no dan ni la hora.

Aunque pueda parecer insistente pero como bien se puede apreciar, esa huella de carbono es por un lado efecto de la actividad natural del planeta, y por otro de la acción directa del hombre sobre él, pero en ningún caso por nada que guarde relación con fábricas ni automóviles.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte se fomenta el vehículo eléctrico como alternativa para minimizar la huella de carbono. Lo irónico es que para obtener esa electricidad es necesario incrementar la actividad de las centrales térmicas que funcionan con gas y con derivados de petróleo, por lo que el nivel de contaminación no varía frente a la automoción de combustibles fósiles, sin que en medio de todo este lío, los abanderados de este ecologismo economicista comenten el impacto de la comunicación ferroviaria en el mundo, la ducha calentita o la hamburguesa cocinada a fuego lento sobre el infiernillo de butano. mientras obvian el efecto sobre la atmósfera de los combustibles del transporte marítimo y de la aviación civil y militar, sobre la que, por otro lado, la población general carece del menor control e influencia.

Pero el contenedor de plástico metal está ahí, esperando con sus fauces hambrientas a ser alimentado de latas, evidenciando que son verdaderas cajas de caudales. Permiten acceder a millones de toneladas de materia prima sin tener que mover ni un sólo gramo de tierra ni abrir ninguna mina, dejando claro que si empresas como Sogama pueden financiar campañas publicitarias en televisión y fletar convoyes tirados por locomotoras de alta velocidad, es por el alto valor de la basura. Insinuando que la conciencia ecológica es un subterfugio para que unos cuantos se enriquezcan, pero la verdad subyacente es que todas esas medidas ecológicas apenas retrasarán en medio siglo el inicio de la próxima glaciación. 

Si hace 12.000 años la Humanidad fue capaz de sobrevivir a esa adversidad, con los conocimientos y tecnologías actuales, ¿de verdad es como para vivir tanto drama? Por lo demás, en un mundo donde el cambio es inevitable y continuo, la existencia es un desafío constante de adaptación y supervivencia. Eso sí, Sogama debería pagar al usuario abonando el recibo municipal de la basura.

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