Opinión

Carta abierta a Ione Belarra

Del mismo modo que, pese a que las Escrituras  digan que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza -aunque desde un punto de vista filosófico fue el hombre quien lo creó a su imagen y semejanza porque era la única manera de concebirlo-, así también no hay nadie que haya hecho más daño a la naturaleza y los ecosistemas que los hermanos Grimm, Hans Cristian Andersen, Esopo y Walt Disney, empeñados en que los caballos hablasen, los ratones leyeran, los patos pilotasen cohetes y, en definitiva, atribuyéndoles características humanas a zorros, cerdos, cabritillos, lobos y a los músicos de Bremen. 

Todos ellos, claro, a excepción de la señora Ione Belarra, a la sazón ministra en funciones de Derechos Sociales y Agenda 2030, que en su calidad de psicóloga ha demostrado no tener ni idea de lo que en psicología se llama una transferencia, confundiendo el hecho animal con la condición humana, sin que ello le haya frenado para meter la carne en el asador con el fin de aprobar su estúpida, absurda e incongruente Ley estrella de  Protección y Bienestar Animal, cuestión que no es baladí al desarrollar un embrollo imposible de cumplir y que, por ende, concede a muchos animales derechos que superan a los concedidos a los humanos.

Y como quien para variar es el ciudadano el que se queda a la postre con los pantalones bajados, hay motivo sobrado que justifica con creces una carta abierta a la señora ministra en funciones.

Señora ministra en funciones, con verdadero estupor los ciudadanos asistimos al dantesco espectáculo de un policía, en cumplimiento de la Ley, multando a una joven por dejar tres minutos atado al perro delante de la farmacia mientras adquiría sus medicamentos.

Esto sucede como consecuencia de esa arrogancia tan común en los políticos podemitas, que la llevaron a prescindir del indispensable consejo de asesores versados en el tema que ocupa. Es obvio que desconoce usted la profusa legislación que en el país existe y se viene desarrollando desde hace décadas para fomentar el bienestar animal, además de las sucesivas modificaciones del Código Penal, que han supuesto los distintos juicios y sentencias que  desde hace años se vienen emitiendo por daños cuyo blanco han sido animales.

Ha prescindido usted de la opinión acreditada y razonada de técnicos en la materia, como los veterinarios, los cazadores -sí, por mucho que su incapaz cerebro no lo entienda, son los mayores conservacionistas-, ganaderos y criadores de animales. Es decir, ha aprobado usted una ley que ha excluido a todos los agentes implicados, dándole la espalda a todos, incluyendo a los propietarios de las mascotas, imponiendo normas surrealistas, más propias de una larga noche de copas y tripis que del resultado del esfuerzo de un personal acreditado en un Ministerio.

Según su código, ahora será necesario hacer un curso para tener un chuchín de cinco kilos, en un país donde no se exige para tener hijos -que todo vendrá-, para saber convivir en vecindad o para obtener una licencia de arma de fuego larga, que supone un peligro directo proporcional a la falta de obstáculos para que se expida.

Pero, por si no bastara, deja en absoluta indefensión al ganadero, impidiendo que su animales procreen y obligándolo a comprar crías a un productor; prohibiendo que un particular venda o incluso regale cachorros de su perro, gato o periquito, e imponiéndole hormonar o castrar a su mascota para evitar la descendencia, lo que además de ser absolutamente antinatural, no casa demasiado con nada que se acerque ni de lejos con ningún bienestar animal.

Señora ministra, conviene recordarle que los animales no saben leer, escribir ni estudiar la ESO. Corrija cuanto antes su pendejada, no sea que se evidencie que usted tampoco sabe.

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