Opinión

La verdad

Palmira fue una ciudad de la antigüedad que, antes de convertirse en un afamado sitio arqueológico, tuvo distintos niveles y épocas de ocupación. Situada en la actual Siria y fundada cerca del oasis de Afqa, mencionada ya en la Biblia, alcanzó su autonomía con los seléucidas. Luego fue sucesivamente ocupada en el siglo I a.C. por Marco Antonio, emancipada  y vuelta a someter al yugo romano en el s. III. En el siglo VII fue tomada por los musulmanes y en el XI arrasada por un terremoto; tras el dominio turco pasó a control francés y luego al británico durante la II Guerra Mundial, alcanzando finalmente su independencia a mediados del siglo XX.

Cada uno de los ocupantes dejó huella de su paso por Siria: el arco del triunfo y el anfiteatro romano, distintos monumentos funerarios musulmanes y, ya en época más moderna, el Museo de Mosul que albergó piezas desde la prehistoria, hasta que en diciembre de 2010 la Revolución de los jazmines en Túnez marcó el inicio de la Primavera Árabe, que en Siria floreció en 2011, cuando el pueblo se manifestó contra el presidente Al Assad, desatando una guerra civil en 2013. 

En medio del veto de Rusia y China ante la ONU evitando el embargo a Siria, ante el avance del conflicto, Al Assad aproximó su posición a EEUU, que en alianza con Reino Unido y Francia llevaron a cabo un bombardeo con intención de eliminar fábricas y arsenales químicos, con un saldo de numerosas víctimas civiles que alimentó el avance integrista del Estado Islámico de Irak y El Levante (Dáesh), recrudeciendo el conflicto y ocupando entre otros lugares Palmira, que fue escenario del conflicto entre las tropas del ISIS y de Bashar Al Assad, hasta quedar finalmente en manos del gobierno Sirio con la ayuda de tropas rusas.

Aquí germina la cuestión crucial, cuando los medios de comunicación occidentales se hicieron eco de la devastación del yacimiento de Palmira, unos mausoleos, y la Biblioteca y el Museo de Mosul, mostrando a Dáesh como zafios e ignorantes, candidatos al exterminio al incluir la ONU el daño al Patrimonio como delito contra la Humanidad. 

¿Pero, se destruyó todo esto? En realidad el estrago alcanzó al monasterio Mar Elian en la ciudad de Al-qaryatain; los lugares de Apamea, Dura-Europos, Mari, Harta, Nineveh, Nimrud, Khorsabad, y las tumbas y mausoleos de los profetas Habil y Marut, en la ciudad de Raqqa, y el de Job en Mosul.

Matizando que cualquiera que visite el Museo Británico podrá admirar en Londres la mayor colección de piezas expoliadas en medio mundo, ya que irónicamente, Europa se considera como dueña de la cultura mundial, una forma de colonialismo y neocolonialismo que le cuesta constantes opositores, lo cierto es que los integristas resultaron ser personas cultivadas, educadas en universidades europeas, siendo selectivos con las obras: no demolieron Palmira sino el arco del triunfo y el anfiteatro romano. 

En el Museo de Mosul acabaron con aquellas piezas que Occidente consideraba de su propiedad, es decir, destrozaron sólo aquello que consideraban factura de ocupantes o los europeos suyo, y las que atentaban contra su fe, protegiendo el resto de vestigios con lonas para que no se deteriorasen, todo ello en el contexto de un conflicto civil y religioso que llamaba la atención sobre la pureza de sus costumbres, completamente ajeno a  Occidente.

Pero aquí no se trata de valorar quién tiene la razón ni ponerse del lado de nadie. El meollo de la cuestión está en que los noticiarios contaron una cosa con sesgo para engañar, justificando así la intervención occidental. Visto con claridad era un conflicto suyo en el que, como siempre, Estados Unidos vació sus almacenes vendiendo armas a ambos contendientes para alimentar su industria armamentista. Lo dramático es que vivimos a merced de medios de comunicación a su servicio, que sin pudor engañan a diario pintando lo negro como blanco.

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