Opinión

¿Libertad?

Mientras Granados monta un festival de cante jondo en la Audiencia Nacional, sin asombrar a propios ni extraños por las salpicaduras de la corruptela, el respetable revela haber hecho callo con tanto díjome que ya apenas arranca bostezos —por más dispuesto que se muestre a tirar de la manta—, revalidando la distopía  de Orwell versus Huxley.

La manipulación o la restricción del acceso a la información frente a la sobreinformación tiene como consecuencia la cada vez más nefasta indolencia ante el atropello de los derechos.

La  libertad de expresión, consagrada en la Constitución española transita a cara y escasa oportunidad, torpedeada cada vez por más intereses. Basta comprobar los dos grandes sopapos que, sin comerlo ni beberlo, le han atizado a los principios establecidos en la Carta Magna.

Por un lado cuesta comprender que un magistrado secuestre y prohíba la impresión y comercialización de la obra de Nacho Carretero publicada bajo el título "Fariña", libro basado en la investigación judicial subsiguiente a las oportunas sentencias sobre el tráfico de drogas originado en Galicia en los ochenta. Resulta difícil de encajar semejante matute en un Estado de derecho y en pleno siglo XXI, a instancias de un ex cargo público que invoca su derecho al honor al vincularlo un exiguo párrafo con el contrabando, luego de que este ex alcalde de O Grove fuera condenado por la Audiencia Nacional a cuatro años de cárcel por narcotráfico y que el Supremo lo absolviera por un defecto de forma.

Por otro, cuesta comprender que instituciones como la Feria Internacional de Arte de Madrid  suspendiera unilateralmente una exposición del controvertido artista y activista Santiago Sierra, como si al comisariar la muestra ARCO no hubiera tenido la oportunidad de analizar su contenido. 

Veinticuatro fotografías pixeladas con sus respectivos textos, aluden a los presos políticos de la España contemporánea, obviando que algunos de esos retratados no han sido aún juzgados y por lo tanto se les presume la inocencia.

Pese a la rectificación del espacio expositivo, la kafkiana censura ejercida recuerda el carácter trágicamente absurdo de las propuestas de una Inquisición que ya se daba por extinta. Si hay algo de lo que artistas y ciudadanía deben gozar es de libertad de expresión, porque no hay democracia sin pensamiento crítico.  Cuando se habla de falta de libertad inmediatamente se señala a Venezuela o a Cuba pero lo que está sucediendo en España vulnera los principios europeístas más elementales y las disposiciones de Naciones Unidas.

Con la excusa de la crisis económica se han ido recortando cada vez más libertades mientras se manipula a la mayoría con falacias adecuadamente orquestadas como que cuanto mayores sean las restricciones sociales más tranquilos y seguros vivirán todos.

De un tiempo a esta parte la ley que más se está generalizando es la del estacazo en la cabeza que, lejos de fomentar la disconformidad, empuja al inocente a agradecer el momento idílico en el que no llueven los golpes, rememorando cada vez más la propuesta de Peter Senge en su obra titulada “La quinta disciplina”, donde plantea que si se intenta meter a una rana en una cazuela de agua hirviendo sin duda saltará para evitarla pero, si se introduce con el agua fría y se va calentando, el batracio se quedará tan tranquilo en el cazo hasta quedar cocido. Visto lo visto van siendo horas de que la mayoría silenciosa reflexione en las palabras de Nelson Mandela: ser libre no es sólo deshacerse de las cadenas propias, sino vivir respetando y mejorando la libertad de los demás.

Te puede interesar