Opinión

Nuestro país robado

Cualquiera que mire a Bolaños, poca duda le queda acerca de cómo era el crío más repelente de todo el patio del colegio aunque, que nadie se llame a engaño, hay que ser un figura para aspirar al Nobel de los mentirosos por un lado, y al Oscar al más cínico por el otro.

Y es que su impronta a la hora de abrir las manos detrás de una mesa para explicar al respetable que, una vez cumplidos los requisitos relativos a la limitación de los subsidios exigidos por Bruselas -que viene siendo hacerle la puñeta a Yolanda Díaz en sus ínfulas estatalistas-, ya está el camino expedito para pedir una nueva remesa de 10.000 millones más a la Unión Europea.

Los epítetos de embustero y desvergonzado viene a cuenta de que las cuentas no cuadran: si España va tan bien, cuesta entender a santo de qué hace falta hipotecarse aún más con créditos europeos, o sí...

Para entender este enigma nada mejor que seguir la letra de la canción El baúl de los recuerdos, de Karina, cuya letra rezaba que “volver la vista atrás es bueno a veces”. Basta rememorar a aquel Felipe González triunfante, que traía a manos llenas dinero europeo, junto a una red de autovías que ponía en jaque al antiguo Itinerario de Antonino Pío, la organización de Caminos Reales, el conjunto de carretas nacionales y autopistas, obra de la Dictadura primero y del PSOE después . Pero no para bondad de los ciudadanos sino para aquilatar el mercado de exportación alemán y francés, barriendo toda competencia.

Porque de eso se trataba, de abonar el peaje por imponer cuotas a la producción, de manera que el país manufacturase lo menos posible e importara cada vez más. Ya lo decía el lucense José Frouz, a la sazón uno de los primeros eurodiputados que el PSOE sentó en Estrasburgo: “se nos olvidó la picaresca española: deberíamos haber declarado la flota pesquera de Andalucía y la producción agraria gallega, en lugar de viceversa”.

La entonces Comunidad Económica Europea no descubrió nada nuevo, simplemente siguió las directrices de la logística romana, muy consciente de que construir una infraestructura de comunicación es la base para la explotación de todo territorio.

Huelga soslayar que aquel ingente capital transformó para siempre el paisaje patrio: producciones intensivas convertidas en masa forestal y el abandono de un rural que se diluía hasta alcanzar la llamada España vaciada. 

El dinero no llegó nunca porque Europa nos quisiera sino por sus propios intereses. Cierto que en aquellos años 80, junto a las remesas de la emigración, supusieron un crecimiento exponencial de la economía nacional, aunque basado más en servicios e intangibles que en los dos primeros sectores básicos.

Con posterioridad, con la Gran Recesión de 2008 en pleno auge, y pese a los remilgos iniciales, el Banco Central Europeo ofreció un balón de oxígeno a la deuda española. Pero que nadie se engañe, fueron créditos a devolver, y una “ayuda” estimulada por el temor de que una economía de la extensión -que no volumen- como la española, arrastrase al resto de la UE al abismo.

Y así volvemos a Bolaños y esa sed por nutrir al país con más créditos europeos hasta haber superado ya el PIB y empeñar a la ciudadanía durante los próximos 300 años. La pregunta que gravita sobre la mente de los más inteligentes es ¿si la economía va tan bien, por qué el Gobierno sigue hipotecando sin freno al país? Bolaños debería recordar las palabras del emperador y filósofo romano Marco Aurelio al afirmar que lo que no es útil para la colmena tampoco lo es para la abeja.

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