Como todos los años por estas fechas se celebra en la ciudad herculina la Feria del Libro. Una vez más, con la presencia de un puesto dedicado a promocionar Ourense, particularmente las termas, aunque la oferta incluya un escueto callejero que muestra algunos de los muchos atractivos de la metrópoli auriense.
Pero la sorpresa empieza cuando el público quiere acceder a la distinta documentación promocional y se encuentra con que la mayoría está escrita alternativamente en portugués o en inglés, lo que no deja de ser curioso ya que en A Coruña rige el uso del castellano y del gallego, incluso del “cruño” llegará a afirmar algún habitante de Monte Alto amenazando con “meterte un meco” en respuesta a tamaña ignorancia como desconocer la forma dialectal local.
Sin embargo, las sorpresas no terminan ahí: ya el año pasado la encargada del tenderete se defendía como podía ante la descorazonadora muestra de impresos publicitarios, en la misma muestra donde en la presente convocatoria la empleada responsable de regalar trípticos a diestro y siniestro se tomó la molestia de pasarse por alguna biblioteca para suplir las deficiencias del material disponible.
¿Que de quién fue la torpeza? A juzgar por los escasos papeles de que disponía el respetable compartieron igual protagonismo el Concello y la Diputación de Ourense. Más hubiera salido a cuenta la publicidad estática que el organismo provincial exhibe en el yate amarrado a los muelles de Sanxenxo, en Pontevedra, que luce desde la quilla hasta el carajo de la vela el anagrama de la Diputación provincial ourensana, haciendo ostentación del ente público aunque omitiendo toda bondad que beneficie a la provincia .
Vistos los escasos recursos facilitados para promover la ciudad, es para preguntarse si el dispendio realmente obedece a atraer el turismo o si es un modo de justificar el gasto por un servicio cutre. Lo único plausible: la muchacha encargada del puesto en Coruña, que sacaba delirio de flaqueza para dejar bien alto el pabellón ourensano.
