Opinión

¿Crisis superada?

Y no sé si usted habrá salido de la crisis, si es así ¡enhorabuena!, pero lo que percibo alrededor más próximo me dice que no en toda la boca del estómago que me provoca ardor; menos mal que de mo- mento lo voy llevando con cierto almax de paciencia. Por mucho que nos cante ciertos números favorables el presi- dente del gobierno, éstos parecen números de papel para cantar líneas de bingo, mientras los cartones que gasta- mos para jugar esnifan todas las ganancias sin enterarnos. Pero si hablamos de esnifar avisemos de su efecto nocivo, siempre evidente para el que abre los ojos con sentidiño y sin necesidad de ser ningún Amenábar; en este caso, es la droga del poder la que hace alucinar al pontevedrés hasta hacerlo ver pasar la crisis cual viajero de paso que no se entera del necesario cambio de mentalidad que im- pone integrarse en un nuevo lugar o tiempo. Por supuesto dudo que la necesidad de cambiar el paradigma social la perciban también sus opuestos políticos pues ninguno ha dado muestras de querer renunciar a su privilegiado estatus, muy por encima de su mérito. Así no hay salida.

Siento ser un aguafiestas de estas buenas nuevas a las que se suma la Cospedal como si fuera una reina maga (desde la ex concejal Isabel ya hay magas en el portal) que nos anuncia el fin de los bíblicos siete años flacos como regalo que trajera su camello. Más que aguafiestas lo que me pasa es que ya no soy aquel niño que creía con fe ciega y no quiero que me hagan soñar más en realidades inexistentes que levantan el ánimo por la mañana para hacerlo caer en la larga noche de insomnio pétreo. No me creeré nada, señor presidente, hasta que vea que hay trabajo alrededor de mi yo, y vea que lo hay alrededor de mi tú o usted, de mi él y demás, que no sea un trabajo de temporada, tipo moda o moda efímera. En datos globales vemos que el empleo, base del optimismo presidencial, sigue correspondiendo en gran parte a una coyuntura tu- rística favorable por decreciente en otros países de com- petencia, tales como Egipto, Túnez, o incluso Turquía, que han perdido visitantes por lógico acojonamiento del occidental con un Estado Islamista que pulula por todos esos países con tentáculos que te cogen por los pelos de- capitándote en un abrir y cerrar de ojos; lógico que na- die quiera perder la cabeza (aún si fuera por amor...; a manos de yijhadista va a ser que no) y se retraiga hacia países como el nuestro. Pero también cabe hablar de un dato negativo contundente como el billón de euros de deuda, y seguimos sumando; aquí aplico la lógica de mi economía privada: nunca diría que no estuviese en cri- sis si debiera cada día un poquito más. Pero no solo de deuda pública se empobrece el Estado sino también de la invertida y nada divertida pirámide poblacional que se está comiendo los fondos reservados para pensiones des- de hace un tiempo, a cada paga extra, y ¿hasta cuándo?.

Desde luego yo no creo que podamos salir de la crisis sin que se toque la estructura de Estado que es parte que la ha provocado. Siguen las administraciones columpián- dose en la misma cuerda que con tanto peso acabarán rompiéndola. Aquí nadie dice nada de reducir circuns- cripciones autonómicas o diputaciones, extendiendo un denso vaho en el espejo de países vecinos que tomaron medidas al respecto, no vaya a ser que nos obligue su ejemplo. Pero aún peor que todo lo anterior es observar como no hemos aprendido nada del sufrimiento pasado: la corrupción sigue latente en la mentalidad general de deseo de procurarse cualquier favor del poder con tal de arreglar los problemas particulares. No es que se quiera cambiar el sistema sino que queremos cambiarnos den- tro de él, dejando un sótano oscuro por el ático de luci- do estatus sin importarnos por qué medios. Y ahí está la verdadera gravedad de la crisis, la razón de que no se haya superado. 

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