Opinión

Decepción

A mí me da la impresión de que nací con la decepción puesta. Si no fue así, al menso desde que empecé a vestirme por mi cuenta, la recuerdo como prima hermana que crecía paralelamente conmigo. Y porque la conozco tanto siempre creo que no me sorprenderá más, entre otras cosas porque trato de poner distancia con esta parienta toca narices. Pero pese a ello caigo una, dos y mil veces más en su compañía, tal vez por mor de un instinto de supervivencia que necesita de la ilusión constantemente, aunque entonces ¡zas!, nuevamente atiza el círculo vicioso con su fría fusta. No hay salida; decepción e ilusión son caras de la misma y única moneda de la que está hecho un ser humano, al menos un ser humano con sentimientos.

Mas realmente de ilusiones solo le sale a cuenta vivir al mago y no a un ser normal y corriente, por ello no es muy recomendable ilusionarse mucho y esperar demasiado de nadie, ni siquiera de uno mismo, para no decepcionarse después tanto, pero una cosa es decirlo y otra sentirlo, como siento yo cierta decepción hoy de que por mucho que nos enorgullezcamos de vivir en la era de la ciencia, la técnica, el desarrollo y la innovación, la comunicación instantánea, los avances médicos, la lectura de cualquier libro al alcance de un clic, del poder viajar sin problema por todo el mundo y casi a la Luna o Marte, etc., no por mucho presumir de todo ello ha cesado la miseria, el hambre, la guerra, el odio, la falta de entendimiento entre los seres huma- nos, la enfermedad y muerte, todas ellas cosas demasiado importantes y dolorosas como para que uno no sienta decepción ‘alguna vez’ hasta de la vida misma. Pero no venía hoy aquí a mostrar la cara más pesimista del malestar cultural sino de sacar cierto veneno que me ha vuelto a inocular la decepción de ‘donde dije digo, digo Diego’, y ‘donde sí, ahora no’, que repite el estribillo político, y que de tanto repetirse aburre hasta hacerse pesadilla.

El caso no trata de no haber recibido de la Seguridad Social el informe que nos anunció el gobierno recibiríamos el pasado año sobre nuestra situación laboral y cálculo pensionista; ni trata de tantas otras palabras incumplidas sino de la vuelta atrás de la ‘tocino’ promesa de reducir parlamentarios gallegos que ahora han pospuesto por la ‘velocidad’ de pactar medidas anticorrupción (¡hay que joderse! que tengan que pactar algo que debía ir de suyo si hubiera mínima responsabilidad cívica y política). Que conste que ‘la marcha atrás’ puede traer bebés no deseados, como falta de fe y credibilidad en el sistema, pero parece que después de mil años aún no se ha enterado alguno del valor moral de los gestos públicos y promesas. Me indigna, por otro lado, que se perpetúen fórmulas que nos llevaron a donde estamos, por ejemplo al caso del supermercado que he presenciado la pasada semana: la escena es dramática desde el mínimo punto de sensibilidad, una mujer que va a pagar su compra de 4,30 euros y cuenta sus monedas que no le alcanzan le pidió a la empleada que retrocediera media docena de huevos que posteriormente cambió por medio pollo al serle aquellos más necesarios; la mujer no tenía aspecto de indigente acostumbrada a contar sobre la marcha las monedas de sus limosnas sino de mujer que hace años pasaría de clase media, de ahí la extensión de la miseria; finalmente pudo llevar todo al solucionar la diferencia de otra manera. Pero la realidad de lo presenciado está ahí, en la cola de un supermercado; la otra realidad sigue tirando de caja pública de todos para salirse con la suya, suyos, suyos, suyos, que no se enteran de la decepción que provocan, en plena crisis similar a la decepción de amores o decepción de amigo.

Te puede interesar