Opinión

MOSCAS

Los baños públicos son, en cierto modo, como los hospitales: concebidos para estancias temporales, tienen poco de idílicos y, desde luego, no constituyen un reclamo turístico propiamente dicho. Y es que uno puede fotografiarse en el más aburrido de los museos o junto a un monumento extravagante. E incluso puede inmortalizarse, y disculpen el oxímoron, en un cementerio singular como los de Praga, Roma o París. Pero, en cambio, es poco probable que a alguien le apetezca entrar en un baño público o en un hospital si no es movido por la necesidad.


Conscientes de todo esto, los chinos han tomado cartas en el asunto y la Oficina de la Imagen de Pekín ha establecido una serie de reglas para garantizar la salubridad de sus baños públicos. Y entre estas reglas está, pásmense ustedes, la que dispone que en ninguno de esos urinarios podrá haber más de dos moscas. Ni una, ni tres: dos. La noticia mueve a la carcajada y nos recuerda que el gigante asiático vive en un sistema esquizoide, a caballo entre el capitalismo más salvaje y un comunismo que nunca renunciará a controlarlo todo.


Ahora es la política de las dos moscas, que no pasa de ser una anécdota risible. Pero antes fue la política del hijo único, con la que el gobierno chino pretendía controlar un crecimiento demográfico imparable. Una medida que, al cabo de los años, sólo ha servido para que millones de niñas hayan sido abortadas, asesinadas tras el parto o abandonadas a su suerte, en lo que la feminista Mary Anne Warren denominó, hace casi treinta años, un 'genericidio'. Una práctica que ha conducido a que en China se registren 124 nacimientos de niños por cada 100 niñas.


Lo malo es que, detrás de todo esto, no están sólo el afán totalitario de los herederos de Mao y unas circunstancias de vida que hacen que muchas familias prefieran un hijo varón. Detrás de esto están también una mentalidad anticuada y, sobre todo, una legislación obsoleta que obvia la dignidad y los derechos de las mujeres. Algo ante lo que tristemente callan las potencias occidentales. Demuestran asi que Balzac tenía razón -y volvemos con las moscas- al escribir que 'las leyes son como las telas de araña a través de las cuales pasan libremente las moscas grandes y en las que quedan enredadas las pequeñas'. Y China es, sin duda, muy grande.

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