Opinión

Al pan, pan ¿y al vino?

Que nosotros los españoles tenemos muy bien montada la industria del vino lo saben todos los telespectadores. Del vino y otros jugos a base de ese nefasto líquido llamado alcohol, líquido que mata a los vivos y conserva a los muertos. Todos lo saben porque precisamente a través de la televisión nos están anunciando siempre que si tal y tal cerveza o vino, que vaya calor y sabor y que gustazo que da y lo bien que sabe y lo bien que cae y todo lo que hace falta para convencernos de que la vida sin alcohol no se comprende. De ahí el auge de las fiestas de la juventud donde no puede faltar la del botellón, debido a la publicidad que se hace. Es una nueva versión de aquello de "a beber, a beber y apurar las copas de licor", como cantaban en aquella zarzuela en la que el vino hacía olvidar las penas del amor.

Pero nos sale después un señor a través de la misma televisión hablando de los preocupantes índices de alcoholismo que se observan en España. Y un comentario de lo publicado después dice que, sin embargo, la publicidad de bebidas alcohólicas ocupa uno de los primeros lugares en la facturación de las distintas cadenas de televisión: ¡Átenme ustedes esa mosca, u otra cualquiera, por el rabo!

¿O saben lo que yo haría? Muy fácil. Que salga una botella de alcohol en alto. Que se vea bien. Que se llenen copas. Que se beba y se saborree con expresivo relamido. Y una voz en off vaya diciendo:

-¡Eso no, no, no! ¡Eso no, no, no! ¡Eso no, no, no!

Aunque para ser sincero, yo no me daría por aludido, soy abstemio.

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