Opinión

El comodín de Cuelgamuros

Mal debe ver las cosas Pedro Sánchez cuando acude al comodín de Cuelgamuros para visitar la zona donde trabajan los forenses que tratan de identificar los restos de quienes fueron enterrados en el Valle de los Caídos. Mal debe ver Pedro Sánchez las perspectivas electorales cuando recurre al abismo de las dos Españas, la de los vencedores y la de los vencidos, cuando en una guerra civil, y la española fue especialmente cruenta y dura, hay perdedores en los dos bandos, muertos en los dos bandos, atrocidades en los dos bandos, vidas anímicamente rotas para siempre en los dos bandos. Entre otras razones porque en muchas ocasiones los bandos no siempre estuvieron ligados a ideologías, sino al lugar donde se encontraban las familias, el lugar donde residían cuando estalló la guerra.

La visita de Pedro Sánchez a los forenses es un insulto a la sensibilidad, al respeto, incluso a la intimidad de quienes buscan información sobre sus muertos. En estos años últimos, varias familias han querido ir al Valle de los Caídos para preguntar a los forenses si habían encontrado algún dato sobre sus padres, hermanos o abuelos, y no se les dio permiso. Alegaban las autoridades motivos de seguridad. 

Una de las decisiones que demostró la grandeza de quienes protagonizaron la Transición fue cerrar las heridas de la Guerra Civil, apostar por la reconciliación en lugar de la ruptura, restaurar las biografías y derechos de quienes los habían perdido por pertenecer al bando perdedor y construir una nueva España de iguales. Sin rencores. Todo eso empezó a echarlo por tierra Zapatero, el presidente responsable de romper la España conciliada para insistir en la división. Un Zapaterto que, a la madre y hermana de Joseba Pagaza, asesinado por ETA, les dijo que comprendía su dolor porque él había perdido a su abuelo en la guerra. Abuelo al que nunca conoció. Como si fuera semejante su sufrimiento al de aquellas dos mujeres con la que se entrevistó en Moncloa.

Zapatero demostró su insensibilidad en muchas ocasiones, así como su entusiasmo por dictadores. Pedro Sánchez va más lejos y abre con saña heridas que estaban cerradas. O casi cerradas. Todo por conseguir votos ante unas elecciones que no le son muy esperanzadoras. Ya utilizó Cuelgamuros en otro momento complicado, cuando trasladó los restos de Franco al cementerio del Pardo en tiempos preelectorales. Ahora repite la historia, y como era difícil igualar la imagen del helicóptero que transportaba el féretro de Franco, con su nieto mayor y la ex fiscal del Estado Dolores Delgado, nada como acudir él mismo a la sala de los forenses y fotografiarse ante una mesa con los restos sobre los que están trabajando.

Debe sentirse acorralado para caer en tanta ignominia, para abrir una herida que tanto costó cerrar a los políticos de la Transición, de izquierdas y derechas, sobre todo de izquierdas. 

Este hombre, para desgracia de los españoles, no tiene límites. Ni personales ni políticos.

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