Opinión

Desbordamientos

Este viernes el Consejo de Ministros aprobará una lista de ayudas con las que  paliar los daños producidos por los desbordamientos del Ebro y otros ríos menores, y aliviar la situación de las miles de familias que han visto sus viviendas afectadas, los enseres destrozados y las cosechas perdidas.
La naturaleza no es sabia y se lleva propiedades y vidas por delante. Porque no es sabia,  hay que prever sus arrebatos y tomar medidas para que las consecuencias nos sean catastróficas. No siempre puede hacerse, pero la técnica ha avanzado considerablemente y en muchos casos es posible detectar próximos huracanes,  terremotos y maremotos. Si es así, que lo es, de manera que hay países que obligan a construir teniendo en cuenta la posibilidad de determinados riesgos, es evidente que cuando las inundaciones son frecuentes en determinadas áreas, es obligado  tomar decisiones que impidan esos destrozos periódicos que, además de ruina, con frecuencia suponen pérdidas de vidas.
Estos días, además de desalojos  de pueblos enteros y testimonios dramáticos, hemos visto a las unidades de emergencia levantar diques a toda velocidad con piedras y arena, abrir cauces de emergencia para bajar las aguas o hacer cálculos con las aguas de pantanos y presas. Los vecinos han vivido esa situación en incontables ocasiones, una y otra vez, sin que los diques o cauces se convirtieran en  permanentes, se acometan obras de infraestructura que protejan los lugares que pueden ser inundados por aguas desbocadas, o se reestructuren pueblos y riberas para impedir la construcción de nuevas viviendas o incluso se realoje a sus habitantes en lugares seguros.


Las imágenes de miles de hectáreas agrícolas anegadas y perdidas, además de traumáticas, son impropias de un país desarrollado cuando se trata siempre de inundaciones periódicas y en los mismos lugares. Las zodiac patrullando una y otra vez los mismos centros urbanos para socorrer a quienes no pueden salir de sus viviendas y se refugian en los pisos altos, no tienen nada que ver con Venecia sino que obligan a pensar en la tragedia que se esconde detrás de cada familia, cada persona, aislada.
El gobierno, como han hecho antes otros gobiernos, no una sino una docena de veces, aprobará varias partidas para ayudar a quienes han perdido cosechas, han encontrado sus viviendas destrozadas al regresar de los polideportivos organizados para atender a los desalojados, se han quedado sin muebles o con graves daños en sus locales de negocios. Con toda seguridad, esas partidas de un año y otro y otro son mayores que las que podrían dedicarse a construir obras que contuvieran las aguas o las canalizaran hacia lugar seguro cuando las  fuertes lluvias o el deshielo pueden provocar el desbordamiento. Imposible hacerlo en todos los lugares y en todas las circunstancias, pero sí en los que periódicamente sufren la misma situación dramática.
Más vale prevenir que llorar, dice el refrán.

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