Opinión

Detener a los populismos

El hecho de que  Donald Trump haya ganado las elecciones de Estados Unidos y se haya convertido en el hombre más poderoso del mundo, lleva aparejado el riesgo de que por efecto mimético reciban un empujón en votos los partidos populistas. Preferentemente los de derechas, que es el populismo que representa a Trump, pero no le falta razón a Albert Rivera cuando  dice que los extremos se tocan y teme que Podemos crezca al rebufo de Trump. No es casual que Beppe Grillo, fundador del Movimiento Cinco Estrellas, populista y de izquierdas, hiciera un paralelismo entre el trato que recibió Donald Trump de los poderosos, empresarios, banqueros y medios de comunicación, y el que recibe él mismo en Italia.

Es responsabilidad de los partidos claramente  democráticos y de orden, partidos de trayectoria incuestionable, que pongan pie en pared para detener el avance de los populismos, que no traen nada bueno.

En España, el PP se encuentra en perfecto estado de revista, sin más problemas internos que decidir si Cospedal  sigue o no al frente de la Secretaría General; y Ciudadanos, a su nivel,  ha conseguido transmitir imagen de sensatez. Pero es el PSOE, hoy trágicamente  roto, el  partido que más se necesita en este momento para impedir que un partido populista de izquierda siga ganando terreno. Entre otras razones, gracias al declive socialista y a sus problemas internos.

Los socialistas, serenado ya el escenario político después de casi un año de gobierno en funciones que paradójicamente ha provocado problemas en todos los partidos excepto en el que apoyaba al gobierno en funciones, tienen más obligación que nadie  de  ponerse a trabajar con firmeza y sentido de responsabilidad para solucionar sus conflictos internos y ponerse en pie para volver a ser el partido de gobierno que ha hecho tan importante papel en los últimos cuarenta años. Deben pelear por la unidad con uñas y dientes y, desde luego, celebrar su congreso cuando se tenga la seguridad de que han pasado las turbulencias actuales, porque nunca una decisión es correcta cuando se toma en un ambiente de crispación. 

Un congreso en el que se elija un nuevo secretario o secretaria general que sea capaz de garantizar que va a trabajar para apaciguar las rencillas internas y colocar al PSOE en el lugar que merece, donde siempre estuvo hasta que un regular presidente de gobierno y un regular secretario general –por no decir abiertamente mediocres dirigentes- han llevado al PSOE a donde ahora está, en las tinieblas.

España necesita un PSOE fuerte por muchas razones. Y más ahora cuando el triunfo de Trump  impulsa  los populismos. De cualquier clase, de derechas y de izquierdas, que igual de perjudiciales son unos como otros.

 Susana Díaz, Javier Fernández o cualquier otro dirigente con cabeza ordenada y experiencia política y de gestión,  deben empezar a trabajar para que un secretario general sólido, solvente, se ponga al frente del PSOE.

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