Opinión

El día de la vergüenza

Este 14 de marzo, poco antes del mediodía, pasará a la historia como el día que España deja de ser un país que cumple los requisitos que exige la democracia. Este 14 de marzo, el Ejecutivo, apoyado por un Legislativo con mayoría de diputados leales a los desleales con la Constitución, han tomado a título de inventario el respeto a la independencia del Judicial, y han convertido en amnistiables los delitos de terrorismo y traición. Para mayor escarnio, nada más acabar la sesión parlamentaria, los independentistas que han arrastrado a Pedro Sánchez a esta fechoría, no han tardado ni un minuto en advertir que este es solo el primer paso para conseguir los objetivos que se han marcado, sobradamente conocidos: autodeterminación primero e independencia después. 

Y encima aplauden. La bancada socialista aplaude. Los representantes de un partido, el PSOE, que forma parte de la mejor historia de España, aplauden. Y lo hacen, para mayor escarnio, después de haber repetido hasta la saciedad que una ley de amnistía no cabe en la Constitución española. 

Que no nos vengan ahora con que “esta” ley, redactada con cuidado máximo, es constitucional, que no nos tomen por imbéciles. Esta ley es una infamia, como cualquier ley dictada por quienes pretenden escindirse de España y se aprovechan de un presidente en precario, dispuesto incluso a vender su alma para mantenerse en el Gobierno. La consideran inconstitucional importantes constitucionalistas de reconocido prestigio, y colaboradores de Sánchez, y el propio Sánchez afirmaban que una amnistía no cabía en la Constitución. Solo cambió de criterio cuando se vio expulsado del Gobierno al abrirse las urnas del 23 de julio. Entonces se le abrió una puerta en Waterloo, y tanto él mismo como el resto de los sanchistas, temerosos de perder sus cargos, abandonaron sus principios para asumir los que imponía Puigdemont. El socio indeseado que se convirtió en deseado al ser imprescindible.

Estos días de vergüenza, los sanchistas atacan de forma inmisericorde a sus adversarios, pero no hace falta que se desgañiten para desviar el foco de atención, porque seguirá puesto en él y en su líder, el presidente de Gobierno. Nadie que quiera a su país puede aceptar que su jefe de Gobierno considere amnistiables los delitos de traición y terrorismo porque es la única manera de continuar en el poder. Eso es delito. Moral, pero delito. Como son delitos, extremadamente graves, el terrorismo y la traición. 

No hay país democrático que los considere amnistiables. Aunque de democracia, el presidente español sabe lo justo. La prueba es que ni siquiera respeta la independencia de la Justicia: indulta primero y amnistía después a los condenados por los tribunales. Pero solo a los que forman parte de la lista elaborada por Puigdemont. 

Habrá que ver si no se crece aún más y empieza Sánchez a nombrar jueces y fiscales a conveniencia. Que puede ocurrir. Es el siguiente capítulo que podría abordar.

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