Opinión

La diplomacia sin diplomáticos

Donald Trump se va a reunir con Kim Jong-un en el mes de mayo.  Hace apenas un mes, nadie creería que podría producirse ese encuentro, pero hoy se abre una puerta a la esperanza  con  esa cita que han concertado los equipos de gobierno de dos personajes tan opuestos y atrabiliarios como los presidentes de Estados Unidos y Corea del Norte. Los antecedentes de la reunión se han repetido hasta la saciedad en las últimas semanas, se iniciaron con la decisión de Kim de proponer a su colega surcoreano Moon que desfilaran juntas las delegaciones de las dos Coreas en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang y que hubiera un equipo único en hockey femenino. Kim Jong-un además envió a su hermana al frente de la delegación norcoreana para asistir a la ceremonia de inauguración, con atribuciones para que realizara contactos con dignatarios de otros países. De esas maniobras  surgió el acuerdo de celebrar una  cumbre enbtre Kim y Moon dentro de unos días en la zona desmilitarizada que separa los dos países y, finalmente, el anuncio “histórico”: encuentro entre Trump y Kim Jong-un. 

La diplomacia se ha apuntado importantes tantos en la historia reciente. Los embajadores con frecuencia no tienen más papel que prestar asistencia y logística a quienes desbloquean situaciones que llevan años enquistadas, y con menos frecuencia se enteran de que sus gobiernos están utilizando personas ajenas a la diplomacia para asistir a reuniones secretas, o al menos discretas,  que solo pueden tener un buen resultado si se preserva ese secreto y discreción. 

FAVORES A DEVOLVER 

“Le debo favores a todo el mundo”, dice uno de los eurodiputados españoles que ha trabajado hasta la extenuación en el Parlamento Europeo para impedir que esa importante institución pudiera considerar a Puigdemont como un represaliado político al que había que prestar apoyo en su propuesta independentista. Favores que, apunta, algún día tendrá que devolver. El escaso respaldo institucional a  Puigdemont y acompañantes en Bruselas, que incluso empiezan a verse entre  los nacionalistas flamencos, los únicos que le apoyaron desde el principio, no se debe al temor de que las iniciativas de Puigdemont calen en partidos nacionalistas e independentistas de otros países. O no solo. El trabajo constante, sólido, implacable y eficaz de media docena de eurodiputados del PP, PSOE y Ciudadanos ha sido fundamental  para que a Puigdemont  le falte respaldo político e  incluso se le haya impedido la entrada en la sede del Parlamento Europeo las ocasiones que lo ha intentado. 

Y es que la diplomacia sin diplomáticos está siendo fundamental para paralizar operaciones, potenciar mensajes o conseguir que los medios de comunicación de otros países conozcan todas las versiones de un mismo asunto. Trabajo que no infravalora el de los embajadores y personal de las embajadas, pero hay asuntos que van más allá. 

Ese puñado de hombres y mujeres con escaño en Bruselas y Estrasburgo que han dado prioridad a contrarrestar la campaña independentista, han abierto las puertas para que a continuación ministros, o el propio presidente de gobierno, con hilo directo con sus colegas europeos,  remataran asuntos delicados que previamente un puñado de negociadores habían suavizado.

No es casual que este pasado jueves se haya celebrado en Valencia una reunión del Partido Popular Europeo,  el más poderoso del Parlamento Europeo, seguido del Socialista, y al que pertenecen los más influyentes jefes de gobierno de la UE, entre ellos Angela Merkel o el que podría haberse convertido en jefe del gobierno italiano si Berlusconi hubiera atenido mejor resultado en las elecciones del pasado domingo, Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo.  

En esa reunión se produjo un apoyo unánime del PPE a la unidad de España, un aviso a navegantes independentistas. Al PPE pertenece el CDV, partido democristiano que forma parte de la coalición de gobierno en la que también se encuentra el NVA flamenco que apoya a Puigdemont. Los democristianos, al igual que  el primer ministro Charles Michel, liberal, ya han advertido a los nacionalistas flamencos del riesgo de romper la coalición si iban muy allá en su apoyo a los independentistas catalanes. 

No es casual que, en el gobierno de Puigdemont, una de las consejerías con más medios económicos y políticos fuera la de Raul Romeva, responsable de las relaciones internacionales a través del llamado Diplocat, que abrió nuevas sedes de la Generalitat, cuya principal labor no era  orientar y ayudar a empresarios catalanes que querían expandirse hacia el extranjero, sino vender una imagen muy  concreta de Cataluña  pero, sobre todo, organizar encuentros con responsables de medios de comunicación y analistas influyentes de los países en los que los “embajadores” estaban acreditados. Diplomacia política, que también Romeva comprendió inmediatamente que era básica.

TIMMERMANS, EL QUE AYUDA 

A los pocos días de que Puigdemont huyera a Bruselas, los independentistas maniobraron para que una figura internacional importante mediara entre ellos y el gobierno español; conscientes, por la experiencia de Romeva pero también del propio Puigdemont y de Artur Mas, que ese tipo de negociones las siguen con el máximo interés los medios de comunicación y de esa manera el problema catalán tendría más visibilidad de la que había tenido hasta entonces.  

Pensaron en Juncker, el presidente de la Comisión de la UE, buen amigo además de Rajoy,  un tanto a favor para presentarlo como una personalidad preocupada por la situación en Cataluña. De nuevo se puso en marcha la diplomacia paralela,  Rajoy, los ministros con mejores contactos en Bruselas –incluido Alfonso Dastis- y los eurodiputados de siempre. Juncker tenía dudas, no porque diera razón a los independentistas, sino porque pensaba que con una buena negociación quizá él podía conseguir lo que no había logrado Rajoy.  El gobierno de Rajoy sin embargo ya no quería reabrir conversaciones con los independentistas que, durante dos años, se habían negado a cualquier tipo de diálogo si previamente el gobierno español no aceptaba la  convocatoria del referéndum.  Ante las dudas de Juncker, se “tocó” a otra figura influyente de la Comisión, el vicepresidente Franz Timmermans, holandés que comprendió el problema desde el primer momento, cooperó para que Juncker comprendiera que las negociaciones podría ser utilizadas políticamente por los independentistas contra Rajoy. 

Estos días antes de una investidura, las negociaciones internacionales para impedir el avance independentista están paralizadas. Llega el turno de otras, las que mantienen PDeCAT, ERC y Junts per Catalunya con la CUP. 

De ellas depende que se elija o no un nuevo gobierno de la Generalitat. Si se elige a un independentista, la diplomacia sin diplomáticos volverá a moverse para bloquear la república independiente que promueve Puigdemont.

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