Opinión

Falta de pudor

Ha pasado de todo en esta campaña electoral, y no todo ha sido bueno. Pero lo que ha herido la sensibilidad de muchos, con razón, ha sido la presencia de Pasqual Maragall en un mitin de Esquerra Republicana de Catalunya, formación a la que se ha sumado su hermano Ernest tras abandonar el PSC por no estar de acuerdo con la política respecto a la independencia y el referéndum.

Ha herido la sensibilidad porque el ex presidente de la Generalitat padece alzhéimer desde hace varios años, y existen dudas fundadas y razonables de que tenía poco conocimiento de dónde estaba, para qué estaba y quiénes eran aquellas gentes que le saludaban con afecto. Una situación que conocen bien quienes conviven con afectados por ese mal, enfermos que viven en un mundo de niebla y desmemoria y se dejan llevar porque les falta la capacidad de saber a dónde van.

La mujer de Maragall, Diana Garrigos, es la compañera leal del expresidente, se ha convertido en su sombra y ha puesto en marcha una fundación que realiza un trabajo importante para fomentar la investigación de una enfermedad que afecta a centenares de miles de españoles y a sus familias. Por eso no se comprende que haya hecho esa exposición pública de su marido con fines exclusivamente electoralistas. No lo merecía Pasqual Maragall, y no es creíble que, como ha declarado Diana, Maragall quería estar junto a su hermano. No es creíble porque las imágenes lo decían todo: el ex presidente no estaba allí, su cabeza se encontraba en otro lado, en otro mundo, no había más que fijarse en su rostro y en sus ojos.

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