Opinión

El gran año electoral

Municipales, autonómicas y, si se tercia, adelantadas en Cataluña y Andalucía, en función de cómo vayan las cosas. Casi nada. Está previsto también que a finales del 2015 se celebren elecciones generales, pero en los últimos tiempos cunde la especie en los círculos políticos de que es posible que Rajoy aguante hasta el límite que marca la ley y convoque las elecciones para los primeros días de enero; lo que permitiría que el siguiente presidente de gobierno –y él espera seguir siéndolo- inicie su mandato con los Presupuestos Generales del Estado aprobados.



LAS INCÓGNITAS

El 2015 se presenta por tanto apasionante, porque las convocatorias electorales obligan a retratarse a lo mejor y lo peor de quienes se sienten en despachos en los que se toman decisiones políticas. Hacen cuanto está en su mano para conseguir un resultado que les permita continuar en el poder o acceder al poder, y surgen entonces propuestas estimulantes, promesas que no tienen por qué cumplirse si se llega al gobierno, comienzan los codazos para hacerse con un puesto seguro en una lista, se producen filias y fobias, los que pueden se vengan con quienes les han intentado poner la zancadilla, y aparecen los rostros cargados de hipocresía que no escatiman elogios a aquellos con los que han mantenido distancias abiertamente, cuando no han expresado desprecio.

Este 2015 está cargado de incógnitas. Rajoy ha decepcionado a un porcentaje alto de sus militantes y votantes por muchas razones, entre ellas su política fiscal, la abortada reforma del aborto y su respuesta al desafío independentista catalán, que algunos consideran poco enérgico. 

La corrupción, que es una de las mayores preocupaciones ciudadanas, sin embargo no ha tenido hasta ahora una repercusión significativa en los procesos electorales, pero no se sabe si los tendrá en esta ocasión. No parece fácil, porque casos graves los ha habido en Madrid, Andalucía, Valencia y Cataluña protagonizados por dirigentes de distintos partidos, así que los españoles están curados de espanto y podrán pronunciar el castizo “en todas partes cuecen habas”, aunque en esta ocasión duele porque a nadie gusta que sus representes políticos, obligados más que nadie a un comportamiento ejemplar, caigan en la ruindad de la corrupción, el engaño y la codicia. 

Pero será difícil elegir entre los que cuentan con sello indiscutible de honradez. Ni siquiera los que presumen de ella son ajenos a que hayan aparecido gente en su partido que se ha dejado corromper o que han corrompido sin necesidad de encontrar quien les empujara.



EL FUTURO DE SANCHEZ

Rajoy espera ganar, pero no lo tiene fácil. Se juega mucho en las municipales y autonómicas, y el resultado de esas elecciones de primavera marcará en buena parte el resultado de las generales. El presidente ha iniciado el 2015 con la voluntad de hacer un buen discurso político y comparecer con más frecuencia ante los españoles para explicarles el por qué de determinadas decisiones, pero esa decisión es probable que llegue tarde. Y no ayuda a comprender la gestión de gobierno el empeño de Rajoy de retrasar los nombres de los candidatos a alcaldías y gobiernos regionales. Los deja sin tiempo apenas de hacer campaña y algunos de ellos necesitan hacerla. Bien porque son poco conocidos, bien porque deben borrar las manchas de su biografía.

En el PSOE las incógnitas van más allá de los candidatos municipales y autonómicos. Pedro Sánchez irrumpió con gran fuerza en el escenario de la gran política cl convertirse en secretario general, insufló oxígeno a un partido desencantado y necesitado de ilusión, pero ha decepcionado a un sector amplio de los votantes y militantes; lo encuentran escaso de sentido de Estado, consecuencia de su escasa experiencia en cargos de gestión y gobierno. A la espera de qué pasa en las elecciones de primavera está Susana Díaz, que se consolida cada vez más como la figura del PSOE con más futuro. Sin embargo, en este 2015 puede marcar que Sánchez se convierta en el líder indiscutible a poco que corrija la línea actual y logra unos buenos resultados en mayo y que Díaz se convierta en una importante líder regional. Regional, no nacional. 

En el 2015 quedan mucho por aclarar: si se consolida Podemos, que ha irrumpido con tanta fuerza que en algún momento los sondeos le han dado incluso como ganador en las generales. Habrá que ver si efectivamente mantienen su fuerza o empieza a desinflarse, como parece que ocurre. Del futuro de Podemos dependen en gran parte el futuro de Izquierda Unida, donde Llamazares dejará de ser el principal referente el año que se inicia. Alberto Garzón tiene todas las papeletas para tomar el relevo… y decidir si se une con Podemos o toman caminos diferenciados. Hoy por hoy son más las señales de la unidad que las de mantener las dos siglas y las dos identidades, pero no se puede descartar que intenten sumar, la unión hace la fuerza. 

Incógnita es también el proceso independentista catalán, en el que se advierten ciertos síntomas de resquebrajamiento, con menos independentistas de lo que se creía en un primer momento. Pero ese tipo de movimientos dependen en gran parte de las decisiones que toman quienes los por mueven, y aunque Artur Mas aparentemente pronuncia menos la palabra independencia, nunca se sabe qué as guarda en la manga el presidente catalán. 

E incógnitas hay también en los partidos de centro que hasta ahora eran minoritarios. Se consolida Ciudadanos, que traspasa las fronteras catalanas y pretende presentarse a las municipales ay autonómicas en casi toda España, lo que evidentemente perjudicará al PP. Pero perjudicará sobre todo a una UPyD que no atraviesa su mejor momento por el empeño de Rosa Díez de no llegar a acuerdos con Albert Rivera.



LA INFANTA CRISTINA

El 2015 marcará un hito en la Familia Real. Será este año cuando un tribunal decida el futuro no ya de Urdangarin, que también lo va a decidir pero no es tan relevante para la Monarquía, sino el destino de la infanta Cristina. Con un componente emocional e institucional que a nadie se le escapa, y que podría haber evitado si hubiera renunciado a sus derechos sucesorios como le aconsejaban quienes la quieren bien. 

Eso habría permitido una relación más fluida con el rey Felipe, habría dañado menos a sus hijos –hoy muy distanciados del resto de la familia porque nadie quiere aparecer junto a Urdangarin- y quizá habría evitado el dolor que le produjo no ser invitada al acto de proclamación de su hermano el rey Felipe. En los meses próximos sabremos si cometió delito, como cree el juez Castro, o ha sido víctima de su ceguera ante los negocios nada claros de su marido y, además, víctima de un juez de cuyos autos discrepan números jueces y fiscales.

Un año apasionante, complicado y en el que se decide el futuro de España porque de las elecciones pueden salir los parlamentos y ayuntamientos más dispersos, más complicados, de la historia.

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