Opinión

Indicios y certezas

Es difícil saber dónde está la verdad,  dónde colocar el punto medio entre lo que insinúan los que están en la pomada y los que pretenden la desaparición de la pomada. Es complicado hacerse con un plano de situación. Más aún cuando se trata de analizar qué trama alguien que afirma que no miente sino que cambia de opinión, cuando está demostrado que nos ha colado mentiras como puños. 

La semana pasada anduvimos con la historia de que en  Moncloa trabajan con la hipótesis de que falle la investidura de Feijóo, también la de  Sánchez porque Puigdemont eleva excesivamente el listón y   habrá elecciones en enero.  No era mala solución para Pedro Sánchez, que además de incidir en la campaña electoral los errores de estrategia cometidos por Feijóo -que han sido varios e importantes- se presentaría ante los ciudadanos como un  candidato que prefería una segunda vuelta electoral  de riesgo máximo para su continuidad en Moncloa antes que renunciar a sus principios. Aparecería en escena sacando pecho patriótico con el que borrar las muchas pruebas que ha dado de trabajar por y para sus apetencias políticas y personales antes que por los intereses ciudadanos. Y se presentaría  defendiendo sin fisuras la Constitución. 

A ver. Sánchez  no ha dicho con todas las letras que acepta las condiciones que ponen Junts y ERC y llevará al Congreso una Ley de Amnistía. Sin embargo,   la insistencia de las personas de su entorno  respecto a que la Constitución no recoge explícitamente el rechazo a la  amnistía,  indica que el gobierno anda a vueltas con su aprobación, es  indicio importante de que se trabaja en eso.  Si a eso se suma que no hay día sin que  los  independentistas aseguren que  negocia con el gobierno  la  amnistía  sin recibir un no rotundo;  y que  ni los  portavoces del gobierno, ni los de Ferraz, ni los columnistas que  son correo de transmisión de Moncloa,   han  negado que Sánchez contemple la amnistía,  es lógico deducir  que no andan desencaminados quienes  consideran que  el gobierno podría aceptar las condiciones de Junts y ERC. Es decir, hay materia sobrada para deducir que los  indicios que aparecen prácticamente desde el 23-J se han convertido en certezas: Sánchez se lo está pensando. Lo cual, de por  sí,  es extremadamente grave.

Otra cosa es que, ante el clima de rechazo a la amnistía de los más destacados constitucionalistas,  más la constatación de que en el  socialismo riguroso con las leyes hay alarma no disimulada por lo que consideran una  agresión a la Constitución si se cede al chantaje de Puigdemont, Pedro Sánchez esté tanteando el terreno, consultando a expertos afines y midiendo las consecuencias electorales.  Pero no cabe el engaño: hasta ahora, el presidente no descartaba aceptar las condiciones del independentismo. Con alguna fórmula que aliviara el significado de la amnistía, pero amnistía real con todas sus consecuencias: la eliminación del delito.

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