Opinión

Dos manifestaciones

En París, una multitud silenciosa, abatida, se ha manifestado para expresar su repulsa al terrorismo, homenajear a los muertos y defender las libertades. En cabeza de la manifestación, Hollande y Valls, apoyados por un número considerable de jefes de Estado y Gobierno extranjeros, líderes religiosos católicos, musulmanes y judíos, y por los principales dirigentes políticos del país excepto Marine Le Pen. La política xenófoba del Frente Nacional provocó que su presencia fuera considerada indeseada por algunas de las fuerzas políticas

Ante las imágenes de esa impresionante manifestación en Francia, acude a la memoria la que tuvo lugar en Madrid el 2 de marzo de 2004, tras el atentado más grave que se ha producido en Europa. También acudieron los más importantes dignatarios europeos junto a José María Aznar y el Gobierno español, e incluso se sumó el entonces príncipe Felipe, que nunca antes había acudido a una manifestación. Pero al comparar aquella manifestación masiva y sobrecogedora con la de París, no es la lluvia torrencial madrileña la principal diferencia, sino la reacción de la calle y de los partidos de la oposición hacia el gobierno.

Aznar gestionó de la peor forma aquellas horas cruciales y cundió la sensación de que ocultaba datos para no perjudicar las elecciones que se celebrarían dos días más tarde. Elecciones que perdió el PP por esa mala gestión y porque el PSOE aprovechó la ocasión para incidir aún más en lo que parecía una inmensa mentira del gobierno, aparte de instrumentalizar políticamente el día de reflexión. Pero lo que marca la mayor diferencia entre aquel 11-M y las últimas fechas francesas, es la actitud de los políticos y de los ciudadanos ante sus respectivos gobiernos.

Nadie en Francia se ha preguntado por las medidas de seguridad a un medio amenazado como el Charlie Hebdo, nadie ha preguntado por qué la policía no mantenía bajo vigilancia a conocidos yihadistas, se ha dado por buena la operación de asalto al supermercado de alimentación judía y por buena también la versión de que los rehenes fueron asesinados por el terrorista que los secuestró, y los políticos y personalidades de relevancia social han estado unidos frente a su gobierno y su jefe de Estado. 

Habrá críticas en el futuro, con certeza, y se abrirán investigaciones. Pero cuando la prioridad era localizar y detener a los terroristas, los franceses han respondido de forma ejemplar. A eso se llama patriotismo. El que no se ve en España ni siquiera cuando la lucha contra el terrorismo se convierte en una garantía de supervivencia. 

Hasta en los momentos de mayor riesgo, la oposición cuestiona medidas que se aplican en países absolutamente democráticos. No es casual que la pareja de uno de los asesinos de París haya salido del aeropuerto de Madrid con destino a Estambul para tratar de llegar a Siria: los controles en Francia son más estrictos. En España, la oposición se niega a aceptarlos.

Policialmente, España se encuentra entre los países más eficaces en la lucha contra los yihadistas. Políticamente, tiene mucho que aprender de los demás.

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