Opinión

Los otros

Un porcentaje alto de españoles creen que ha llegado la hora de apostar la nueva generación, hartos de escuchar  elogios hacia quienes capitanearon la Transición y a la forma de hacer política en aquellos tiempos. Es verdad que los dirigentes actuales no formaron parte de aquel grupo, qué más quisiéramos, pero es lógico que se mire con deseo a quienes han llamado recientemente a la puerta de la política y llegan con un aire fresco que alivia un tanto la crisis tan dolorosa y prolongada. Por no hablar de la desilusión que han provocado algunos de los que ahora mandan en los partidos tradicionales.
Lo que habría que preguntarse es si esos que llaman a la puerta y que presentan como principal tarjeta de visita que pertenecen a la generación que no ha cumplido los cuarenta, son mejores que los que gobiernan o forman parte de los partidos importantes de la oposición.

Pablo Iglesias, con un ego desmesurado, se autoerige como líder de la oposición porque da el mismo valor a los sondeos que a las urnas.  Hacia las que muestra escaso respeto, por cierto, pues como apunta Sáenz de Santamaría, y apunta con razón, las urnas le obligan a cumplir el trabajo para el que fue elegido, defender los intereses de sus votantes en el parlamento Europeo, y sin embargo prefirió organizar un acto de autobombo en Madrid. En cuanto a lo que ofrece como propuestas de gobierno, ya han sido suficientemente machacadas por expertos de todo tipo, incluso de izquierdas, que no encuentran la menor solidez en el dirigente que se cree el no va más. Desgraciadamente, tiene el respaldo de personas con cabeza, aunque parecen haberla perdido cuando defienden un partido que se convierte en todo un peligro cuando se mira hacia quienes son su modelo a seguir.

En Ciudadanos, Albert Rivera está cambiando el paso y tiende a un personalismo impropio de la actitud que mantenía hasta ahora, y que le convertía en un candidato atractivo que iba a captar votos del PP y del PSOE. Ahora denuncia que el gobierno le copia su programa, un gesto de vanidad superlativa. Pone como ejemplo la ley de segunda oportunidad, que había sido anunciaba por la vicepresidenta hace meses y que defendió tenazmente en la convención de su partido.
Al observar el panorama que ofrecen los representantes de la nueva generación, “los otros”, con un Garzón desleal a sus siglas, Tania Sánchez jugando al oportunismo y sin dar explicaciones sobre decisiones que huelen a corrupción, Pablo Iglesias en el monte bolivariano y castrista, y Rivera sacando los pies del plato más de lo conveniente para conseguir titulares, queda la duda si lo que tenemos es peor que lo que acecha.
Que cada cual saque sus conclusiones. Pero Sánchez, de momento, ha apostado por un veterano Ángel Gabilondo para que le saque las castañas del fuego en Madrid. Y el recibimiento de los militantes ha sido apoteósico.

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