Opinión

A Puigdemont le iba mejor en Waterloo

A Carles Puigdemont le llueven los problemas. El expresidente, que instalado en la ciudad belga de Waterloo había logrado que Pedro Sánchez comiera de su mano, y que le enviara como negociadores nada menos que al secretario de organización de su partido y a la presidenta del grupo socialista del Parlamento Europeo, se ha trasladado al sur de Francia tras anunciar que no volverá a presentarse al PE porque se va a centrar en recuperar la Generalitat. Desde ese anuncio, sigue acumulando titulares y continúa recibiendo las atenciones de los medios de comunicación… pero las cosas no le van tan bien.

Hasta hace poco los sondeos coincidían en que Junts y ERC se movían en la misma horquilla electoral, pero en las últimas semanas han cambiado las cosas. En Junts han aparecido tensiones internas de consecuencias todavía imprevisibles, y además Puigdemont tendrá que vérselas también con la alcaldesa de Ripoll, Silvia Orriols.

Una mujer que se ha hecho hueco en la política independentista, y que algunos analistas consideran que tanto su corazón como su cabeza están situados en la extrema derecha. Su discurso es xenófobo y vincula la inmigración -la musulmana es importante en Cataluña- con el incremento de la inseguridad ciudadana. Es decir, una especie de Vox envuelto en la estelada.

Orriols, con partido propio, Aliança Catalana, tras convertirse en alcaldesa de Ripoll contra todo pronóstico, es hoy una figura relevante en la política de Cataluña. Tanto, que podría lograr hasta tres escaños en el parlamento que salga de las elecciones del 21 de mayo.

Un problema serio para Puigdemont, principal perjudicado por la personalidad y las iniciativas de la aguerrida Orriols. El partido de Puigdemont, Junts, hace tiempo que sufre guerra de guerrillas, con escisiones de esas guerrillas. La última, la de su compañera, o más bien excompañera, Clara Ponsati, que ha creado un nuevo partido. Por otra parte andan a la greña greña Marta Rovira y Laura Borrás, y otros dirigentes de Junts. En cambio el partido rival, ERC, se mantiene firme y unido, y aunque Pere Aragonés no es una figura que provoque entusiasmo ni siquiera como presidente de la Generalitat, tanto los dirigentes de ERC como sus votantes, que han aguantado mucho a lo largo de la historia, aguardan con tranquilidad los resultado de las elecciones. Su voto se mueve poco y las tensiones que sufre Junts, más la escasa simpatía que despierta Puigdemont en círculos independentistas que no vieron bien su escapada y gran vida en Waterloo mientras otros sufrían condenas de prisión, puede hacer que Junts pierda votos a favor de ERC.

Ahora, con Orriols candidata a pesar de las dificultades –hubo boicot a su recogida de avales-, con un discurso radical en el independentismo que complementa con argumentos de la derecha radical, a Junts, a Puigdemont, se le podrían escapar votos hacia ese sector.

Al tránsfuga se le están poniendo las cosas difíciles desde que se acercó a Cataluña dejando temporalmente su zona de confort de Waterloo.

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