Opinión

¿Qué pasa con Sánchez y Marruecos?

Parte de quienes se mueven en los círculos políticos y parlamentarios sabían perfectamente de qué estaba hablando el presidente del Gobierno. Y qué significaba la palabra teléfono, que Feijóo pronunció de manera muy poco inocente.

Las relaciones entre España y Marruecos, difíciles y plagadas de incidencias, siempre se han resuelto por dos razones muy sólidas: la primera, que como países fronterizos y posiciones geoestratégicas relevantes están obligados a mantener una entente cordial. Segunda razón que explica que los problemas siempre se acaban solucionando, es la relación fraternal entre las dos Casas Reales, fundamentalmente la que mantuvieron el rey Juan Carlos y el Rey Hassan, que se trataban como hermanos y se ayudaron mutuamente en cuestiones muy delicadas, antes incluso de que don Juan Carlos asumiera la Jefatura del Estado.

Sin embargo, un acontecimiento sucedido hace dos años estuvo a punto de echar por tierra el difícil equilibrio: en mayo de 2021, en plena pandemia, aterrizó en Zaragoza, con documentación falsa, Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, enemigo encarnizado de Marruecos como dirigente saharaui y amigo, por tanto, de Argelia. Fue conducido a un hospital de Logroño para ser atendido por estar afectado de covid… y a las pocas horas ya conocía Marruecos esa información aunque la operación, coordinada por el ministerio español de Exteriores se había realizado de forma clandestina.

Marruecos retiró a su embajadora en Madrid y exigió no solo explicaciones, sino también el cese de la ministra González Laya. Desde Madrid se intentó suavizar el clima, conscientes de que Mohamed VI podía utilizar armas políticas que colocarían en una situación complicada al Gobierno español, entre ellas cortar la colaboración en la lucha contra el terrorismo yihadista o el control de las masas de inmigrantes que permanente tratan de entrar ilegalmente en España.

Las desconocidas razanos

Apenas un año más tarde, Pedro Sánchez viaja a Marruecos donde mantiene una reunión con Mohamed VI. Poco después el Palacio Real marroquí anuncia que el Gobierno español hace suya la posición de Marruecos respecto al Sáhara: la antigua colonia española será territorio marroquí con una amplia autonomía. Rompe así Sánchez con la posición que han mantenido todos los Gobiernos españoles, la misma que defiende Naciones Unidas.

Que Marruecos diera la noticia antes que Moncloa, fue todo un aviso de Mohamed VI a Sánchez: no estaba contento con la posición española respecto a las relaciones con su país. Meses más tarde volvió a demostrarlo: el pasado otoño Pedro Sánchez viajó a Marruecos, donde supuestamente iba a reunirse con el rey… pero Mohamed VI se encontraba de vacaciones en su palacio de Cabo Verde y no demostró la menor intención de desplazarse para ver al presidente español. Finalmente, mantuvo una reunión con Sánchez ya en el 2024, cuando le pareció oportuno al marroquí. Que avisó de su disponibilidad con apenas unas horas de antelación.

Entre todas estas idas y venidas se produce una noticia que conmociona la política española, Pegasus ha llegado a nuestro país.

El Pegasus es un programa israelí que permite hacerse con el control de los teléfonos ajenos, un elemento importante de espionaje nacional e internacional porque no tiene acceso a la información que guarda un teléfono, sino que se “apropia” de él, lo que significa que también se puede interactuar con él a conveniencia. Israel lo ha puesto a disposición de quien lo quiera comprar, supuestamente solo a gobiernos para que puedan utilizarlo para luchar contra el terrorismo y contra la delincuencia internacional, pero existe la certeza de que ha llegado a manos ajenas a instituciones y organismos gubernamentales.

El teléfono de Sánchez

Hace un año, se detectó que personas de relevancia política y económica habían sido espiadas a través de Pegasus, y el Parlamento Europeo, por una parte, y el CNI por otra llegaron a la conclusión de que Marruecos había empleado el programa Pegasus para espiar a Pedro Sánchez y a los ministros Robles y Marlaska, así como a varios dirigentes independentistas catalanes, entre ellos el presidente de la Generalitat Pere Aragonés y a Carles Puigdemont.

 Arma victimista

Más allá del escándalo que provocó esa noticia, los independentistas catalanes la utilizaron como nueva arma victimista con la que atacar al Gobierno y a sus servicios de inteligencia, aunque supuestamente era Marruecos el país que había promovido el espionaje con ese dispositivo.

Paralelamente, empezaron a circular bulos, todos ellos en el mismo sentido: la explicación de que Sánchez hubiera cambiado su política respecto al Sáhara y aceptara sin un mal gesto los desplantes de Marruecos, las promesas incumplidas, la no apertura de las aduanas de Ceuta y Melilla o la permisividad hacia los inmigrantes que pretendías entrar en España, se debía que a través del teléfono de Pedro Sánchez Marruecos disponía de información muy sensible, parte de ella de tipo particular relacionada con su mujer, Begoña Gómez. El presidente de gobierno podría estar sufriendo algún tipo de chantaje.

¿Cierto, falso? Nadie lo sabe, nadie concreta qué tipo de información podía preocupar tanto a Pedro Sánchez y hasta dónde estaba dispuesto a llegar el presidente para impedir que trascendiera.

Cambio de actitud

Algún día se conocerán las razones exactas del cambio de actitud de Sánchez respecto al Sáhara, y si tiene algo que ver con el programa Pegasus y el contenido de su teléfono. Se conocerán también de dónde proceden los rumores sobre los negocios de su mujer que supuestamente aparecen en el teléfono del presidente, y si están vinculados con los que aparecen estos últimos días, relacionados con ayudas del Gobierno a las empresas que patrocinan sus másters o son de otro tipo.

Algún día se tendrán todos los datos, pero, de momento, en los mentideros de la Villa y Corte lo que hay son rumores. Y ahora han saltado al Congreso de los Diputados cuando, en el debate sobre las relaciones con Marruecos, Feijóo preguntó a Sánchez qué tenía en su móvil. Enigmáticas palabras que la mayoría de los ciudadanos no han entendido.  

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