Opinión

¿Qué pasó con el PP?

En la reunión del pasado lunes de la Junta Directiva Nacional del PP, a la que pertenecen más de 200 personas, nadie se levantó para pedir la palabra. Nadie, aunque se acaban de celebrar unas elecciones catalanes que obligaban a cuestionarse la campaña del partido, la elección del candidato y las propuestas del futuro. Uno de los asistentes, comentaba después  “Nadie pregunta, y menos aún demuestra sus discrepancias, porque teme a las consecuencias”. Otro, veterano y crítico hasta  el punto de que es dudoso que mantenga el carnet de militante, arremetía contra Rajoy: “Estas cosas hay que saber hacerlas.  Le pides a cuatro de los tuyos que se levanten para preguntar lo que te interesa que te pregunten, y quedas como dios”.

En el PP solo parece tranquilo Mariano Rajoy, pero incluso los que pretenden transmitir tranquilidad con el consabido “Rajoy sabe lo que tiene que hacer y lo hará” no consiguen disimular su inquietud.  

Las noticias que reciben de las direcciones regionales es que la huida de votos hacia Ciudadanos es alarmante, y desde luego la solución no es insistir que en Ciudadanos no hay nadie que tenga experiencia de gobierno, que es verdad, insistir en que Rivera es experto en decir lo que la gente quiere oir pero presenta propuestas que no son viables, lo que también es verdad, e insistir en que la egolatría de algunos de los dirigentes del partido ya ha provocado recelos entre Rivera y Arrimadas, lo que confirman desde el círculo de la política catalana.  

Un dato curioso: Alfredo Rubalcaba, alejado del actual PSOE y volcado en su carrera de profesor universitario, ha mantenido una reunión que esperaba discreta con Marta Pascal, oficialmente la máxima dirigente del PDeCAT, lo que demuestra su preocupación por la situación de Cataluña y, seguro, su disposición a cooperar en lo que haga falta para serenar las cosas y tratar de encontrar una salida. 

LAS LUCHAS INTESTINAS 

Se acusa a Soraya Sáenz de Santamaría de no haber abordado con inteligencia el problema catalán, que era su responsabilidad porque así lo decidió Rajoy, y también se la acusa de estar desaparecida desde las elecciones. Lo primero puede ser cierto, aunque vista la irracionalidad de Puigdemont es difícil saber si cualquier otro dirigente político habría sabido meter en cintura a un político que  no respeta ni las leyes ni las formas. En cuanto a la desaparición de la vicepresidenta , es cierta. Provocada por una conjuntivitis viral aguda que la ha tenido encerrada porque continúa la infección.

Soraya aparece en todas las conversaciones en las que se aborda el evidente problema de desafecto que sufre el PP y el gobierno. Su falta de conexión con Cospedal no solo no se ha suavizado sino que se ha agrandado con el tiempo,  y no ayuda a que se arreglen las cosas el hecho de que Cospedal sea ministra de Defensa al mismo tiempo que secretaria general,  lo que provoca críticas incluso entre algunos de sus defensores más acérrimos; ni ayuda que Soraya haya sido la responsable del caso catalán.

Es un clamor entre los dirigentes regionales del partido que Rajoy tiene que tomar medidas expeditivas si pretende que el PP quede borrado del mapa como lo fue la UCD de Adolfo Suárez. Tiene en su contra el desgaste de gobierno,  la inestabilidad que provoca un independentismo catalán que no se para en barras  y al que hay que combatir con contundencia. Y también tiene en su contra, y es lo más grave para el PP en este momento, que ya hay partido al que puedan ir los votantes del PP desencantados.

Con un agravante: en junio del 2016 el PP mejoró los datos de las elecciones de diciembre de 2015 entre otras razones porque funcionó el voto útil, Rivera había pactado con un PSOE que coqueteaba con Podemos y Rajoy parecía el único dirigente que ponía pie en pared contra Iglesias. Hoy sin embargo Ciudadanos se ha situado inequívocamente a la derecha,  sobre todo en lo relacionado con Cataluña, y Podemos ya no supone en peligro, porque su declive es más acentuado que el del propio PP.  Por tanto ese mantra que repiten los afines a Rajoy de que en las generales se volverá a votar al PP porque es el partido más sólido,  ya no cala como calaba en el 16.
A esta situación evidente se suma la idea generalizada de que el PP y el gobierno necesitan un relanzamiento. Urgente. Y eso pasa por hacer cambios en un gobierno en el que hay ministros absolutamente “quemados” y pasa por potenciar el PP presentando sus mejores caras tanto en ese nuevo gobierno como en las candidaturas a alcaldes de algunas de las principales ciudades. 

Rajoy y el equipo de dirección del PP ha tomado la decisión de organizar asambleas sectoriales durante las próximas semanas de las que salgan propuestas que aborden los problemas más importantes que tienen hoy los españoles, que culminarían con una convención nacional a la que tan proclives son los partidos cuando viven dificultades. Esa convención se celebraría entre marzo y abril, y hay algunos dirigentes del PP que defienden que tendría que utilizarse para presentar las candidaturas municipales, o al menos las de las ciudades que más importan, porque de esa manera se visualizaría en primer lugar la intención del PP de mejorar el partido y, segundo, demostrar que hay “banquillo” frente a otros partidos -Ciudadanos, desde luego- que no cuenta con personas con experiencia de gestión de gobierno.  

Lo que no se ha planteado el PP es que Ciudadanos pueda “pescar” en aguas populares pensando en las candidaturas  municipales y autonómicas, algo que sin embargo sí se escucha en boca de algunos miembros del equipo de Rivera. Los dos partidos, públicamente, mantienen un pacto de gobierno. En privado, unos abominan de otros, y las relaciones entre Rajoy y Rivera son manifiestamente mejorables. Se soportan, eso es todo, porque se necesitan. Pero si el PP no reacciona, cada vez será menor la necesidad que tiene Ciudadanos de ir de la mano del PP.
 
LA PESADILLA DEL PP

En cuanto a los cambios en el gobierno, nadie suda que se producirán. Es probable, aunque no seguro, que Guindos salga dentro de pocas semanas para ocupar la vicepresidencia del BCE, cargo al que aspira pero no es el único aspirante.  Si lo consigue, obligará a nombrar nuevo ministro de  Economía. Sin embargo,  quienes conocen bien  el escaso entusiasmo de Rajoy por los cambios, creen que esta vez los hará porque es consciente de que necesita dar más potencia en el gobierno con caras creíbles y de prestigio. Pero dicen también que no lo hará con el 155 en vigor y después de la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.  Confía en el apoyo del PNV, que Urkullu le ha dado a entender  que es seguro a no ser  que nuevos acontecimientos en Cataluña que lo haga imposible.  
Y ese es el problema de Rajoy, que con Puigdemont dispuesto a cualquier cosa, a cualquiera, con tal de ser presidente, se puede producir una situación que provoque tan desprestigio del gobierno que el PNV se vuelvas atrás. Por ejemplo, que Puigdemont logre esquivar todos los controles, y se presente en el Parlament para ser investido.
Si eso ocurre, que es la pesadilla del PP,  ni el partido ni Rajoy podrían seguir  soñando con ser un partido de gobierno.n

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