Opinión

Tomadura de pelo

Las tomaduras de pelo siempre incomodan, pero si llegan de la mano de una vicepresidenta de Gobierno, no solo incomodan, sino que escandalizan. Carmen Calvo debe pensar que los españoles son idiotas, o que tienen unas tragaderas inconmensurables, o que son analfabetos funcionales. La explicación que dio el pasado viernes cuando un periodista le pidió opinión sobre el hecho de que el presidente hubiera dicho hace unos meses que los independentistas en prisión habían cometido delito de rebelión, mientras ahora defendía lo contrario, es una absoluta falta de respeto a los españoles. Calvo respondió con una pregunta: ¿Cuándo lo dijo Pedro Sánchez? Tal día del mes de mayo, le indicó el periodista. Pues entonces –argumentó Calvo- el presidente no se ha contradicho, porque ese día no era presidente. 

La desfachatez es tan monumental que la vicepresidenta queda descalificada para siempre. Por buscar una excusa ridícula cuando el presidente es pillado en falta y por reírse de la preocupación que invade a infinidad de españoles ante un jefe de Gobierno capaz de cambiar de criterio en asuntos de Estado con tal de mantenerse en el poder. Españoles que incluyen a un destacado número de socialistas, los que más se duelen de que un político de su familia, de su partido, esté llevando al país por unos derroteros que no auguran nada bueno. Falta además a su palabra, y miente si es preciso, si se garantiza así los apoyos parlamentarios que necesita. 

A un gobernante se le pueden perdonar decisiones erradas, que no cumpla las promesas anunciadas en campaña electoral, que deje de lado el programa de su partido e incluso que se salte sus estatutos. Pero que tome el pelo a los que gobierna no tiene pase. Y eso es lo que ha hecho exactamente la vicepresidenta, que incluso es posible que se haya regodeado con el presidente y con el equipo aplaudidor, el que se reúne los lunes en Moncloa, porque se le haya ocurrido una respuesta tan ingeniosa a la doctora en derecho constitucional.

Los españoles han visto de todo en estos cuarenta años de democracia. Grandes momentos, angustiosos momentos, trágicos momentos, gobernantes espléndidos, otros que no lo eran tanto e incluso presidentes que provocaban auténtico estupor porque no daban la talla. Pero nunca se había visto en Moncloa un equipo tan mediocre que, además de no resolver las cuestiones más acuciantes, se carcajea de los ciudadanos de a pie con declaraciones que son una falta de respeto. 

Declaraciones hechas en la sede de la presidencia y en la rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Ministro. Que es cuando se supone que el gobierno lanza sus mensajes más institucionales, preparados concienzudamente por los gabinetes y equipos de comunicación de los ministros comparecientes. Es decir, no se vio sorprendida Carmen Calvo por una pregunta imprevista cuya respuesta improvisó sobre la marcha. Con toda seguridad, era pregunta esperada. Con respuesta intolerable.

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