Opinión

El Mirto de Oro

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photo_camera Este sería el edificio que ocuparía el club en 1892, aunque me veo obligado a comentar que dos puntos precisan de mayor confirmación. Uno es el nombre del local, algunos informantes me dicen que pudiera ser Mirlo en lugar de Mirto (en prensa aparece como Mirto, pero…). El otro detalle sería el de la ubicación, ya que los Carabineros también tuvieron oficinas en la Puerta del Aire, aproximadamente donde hoy está la Taberna. Ya lo descubriremos.

De entre los lugares de ocio que hemos tenido en Auria, ha existido uno que llamó poderosamente mi atención. El ambiente, cuentan, era de lo más divertido que se pudiera encontrar en la ciudad, el gracejo de las ourensanas y las ganas de juerga proporcionaban según parece momentos tensos y o divertidos, según. Y aunque su existencia fue breve en el tiempo, su recuerdo perduró hasta hoy en día. Permitidme que hoy os acerque a la historia de El Mirto de Oro.

Finalizando el año 1892, se abrió en la parte vieja de la ciudad un centro de diversión, orientado el entretenimiento de las "Menegildas" y sus pretendientes. Pero recapitulemos: Ourense, en la segunda parte del siglo XIX, vivió el nacimiento de varias sociedades, como fue el caso del Liceo (la única que consiguió sobrevivir), la Orensana (club de tenis) y el Casino de caballeros, entre otras, todas ellas encaminadas a las reuniones culturales y sociales de las clases medio altas de la ciudad. Eso daba cobertura y esparcimiento a una parte de la población, pero dejaba con las ganas, y con ojos de envidia, a uno de los gremios más numerosos, el de las "Menegildas" (utilizo ese término porque es lo que encontré en los artículos de prensa que tocaban el tema); éstas no eran otras que las doncellas, amas, damas de compañía, sirvientas, etc. como queráis llamarles, hoy: personal de servicio doméstico.

El caso es que, aprovechando el edificio que había dejado vacío el cuerpo de Carabineros del Reino, en la plaza de San Cosme y Damián (un edificio que tiene mucha historia e historias que contar, además de “club” y cuartel como os cuento, fue posiblemente, beaterío, escuela de primeras letras, despacho de abogados y hasta hace poco restaurante de “Pitas y tolos”; los hermanos Pazos podrían contar algo de esa que es, o fue su casa) consiguieron que el Ayuntamiento les permitiera organizar allí sus bailes y reuniones. 

Ocurrió según parece, que entre las componentes del gremio solamente se involucraron en esos saraos las más jovenzuelas, y coincidentemente las que menos cabeza tenían, o mejor dicho, cabeza sí tenían, pero en ellas solo navegaba una idea fija, cual era la de cazar lo antes posible un "pájaro" que las retirara del servicio. Así fue que se juntaron, como decía mi abuela, "el hambre y las ganas de comer". Ellas con sus mejores galas, con muchas ganas de diversión y la finalidad descrita (de la caza del pardillo), iban a pasar allí las tardes de los sábados, o domingos, según cuál fuera el día de libranza, y por allí, ávidos y conocedores del "percal", aparecían los "pájaros" que, más que pardaos, por lo que cuentan parecían buitres, dispuestos a comer todo lo que se les pusiera por delante. Resumiendo y para no agotar el tema, que tiene mucha miga, el centro social o club El Mirto de Oro tuvo una vida efímera, ya que las autoridades competentes vieron que era un foco de problemas continuos. Alguna situación simpática o más bien cómica se vivió, pero lo habitual eran peleas por celos, honras mancillados o simples ganas de liarse a guantazos, que de aquellas no se conocía otro antidepresivo. 

Para que os hagáis una composición de las escenas, aquí os dejo una reseña de la prensa de la época, una soirée de El Mirto de Oro:
A las diez de la noche, estaba en su apogeo. Numerosas princesas se solazaban por el antiguo salón, que antes sirvió para dar albergue a las fuerzas de la Comandancia de Carabineros.

Las incendiarias miradas de las damiselas ó las candentes melodías de la música, influyeron sin duda alguna en el ánimo de los concurrentes que, sin miramiento alguno a las damas del salón, armaron una marimorena, en la que salieron a relucir sendos instrumentos corto-punzantes y horripilantes bulldogs que pusieron en peligro las respetables humanidades de los curiosos.

Continúa el redactor contando que las fuerzas del orden consiguieron poner fin a la reyerta a sablazos, no sin antes aprovechar para comentar que los serenos de la zona, como parece ser era habitual, demostraron su “balentía” (sic), poniendo pies en polvorosa.

Como digo, fue breve su existencia pero otros intentos hubo. De similar factura a pesar de ser universitarios quienes lo promovieron fue el Círculo Galatea, que si bien tenía muy buenas intenciones tuvo un muy corto recorrido. De este solo os diré que me gustaba el orden que se quería instaurar desde un principio, cincuenta chicas como máximo en la sociedad e igual número de chicos, quizás porque fuera en los años 50 del siglo  XX, evidentemente se buscaba la "igualdad" de sexos. Así no habría disputas a la hora del baile.

Y seguramente muchos recordaran las tardes de jueves en la sala de fiestas Vanessa. Aún mantengo contacto con viejos compañeros del Zamora 8, que no se perdían una.

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