Opinión

Un entrañable: O Paxaro

Rafael Salgado
photo_camera O Paxaro, inmortalizado en un mural que se puede ver en el Restaurante Cobas (A Zamorana). Me recuerdan también la existencia de un óleo que estuvo en el Bodegón (no sé si seguirá en el local) que se le atribuía a Vidal Souto, aunque todos los artistiñas -Quessada Carlos Vello, etc.- le tenían cierto cariño y lo acogían en su grupo con frecuencia, tanto en el Bodegón como en el Tucho.

Yo les llamo entrañables, otros les llaman tolos, había quien los acariñaba y había quien no los respetaba; la mayoría, de alguna manera, les “envidiábamos” (hoy no lo voy a explicar). Con el paso del tiempo me voy dando cuenta de que personajes de este estilo son los que alcanzan el grado de Inmortales. ¡Sí!, al igual que los grandes personajes del arte, la cultura, etc. Pasan los años y se sigue hablando de ellos.

El caso de Argimiro Molina -“Argemiro” de joven- es uno de los más recordados, quizás por su habitual presencia en un punto tan céntrico como es la plaza del Hierro, o tal vez por su original manera de referirse a sí mismo en tercera persona, o posiblemente por su voz gruesa, aguardentosa que decían algunos, que todo Ourense reconocía.
¡Ah!, perdón, por su nombre seguramente no le recordaréis, sin embargo ¿cuántos recordamos a O Paxaro?

Fue más o menos a comienzos de los años 50 cuando estos personajes se hicieron habituales de las calles de Auria. Todos tenían un denominador común: la falta de fortuna en la vida, a ello había que unir en muchas ocasiones problemas de salud y, en algunos casos, por qué no admitirlo, la más supina de las vagancias. En contra de lo que muchos piensan, el alcohol no era el causante, sino una de las consecuencias. 
Pero dejémonos de generalizar y vayamos a conocer al personaje. Nació según mis datos en los años de la guerra en el pueblo de A Vacariza (Paderne de Allariz), su madre, Teresa, era conocida por andar pidiendo ayuda por los pueblos del contorno, y del padre no he conseguido ninguna información. Lo que todos recuerdan es a su hermano Félix, otro de los personajes de Auria. 

Entre todos mis informantes coinciden en identificar a don Carlos, el cura de San Lorenzo, como el principal protector de esta familia, aunque la tarea no era fácil. A la madre le consiguieron plaza en una residencia, al igual que a Félix, quien estuvo en A Farixa, pero O Paxaro no tuvo esa fortuna (uno de mis informantes me comenta que su cuerpo no fue reclamado y quedó depositado en la Facultad de Medicina de Santiago, habría que confirmarlo).

De O Paxaro dicen que siendo joven anduvo "por los autobuses", haciendo recados y cargando maletas. También le asignan un puesto junto a su hermano Félix de lacero de la perrera municipal, pero lo cierto es que nadie me puede concretar que le duraran mucho sus ocupaciones. Siempre que había algo que hacer, O Paxaro voaba. Lo de “voar” era lo suyo, por Ourense pero también por Taboadela, y cualquier pueblo que estuviera en fiestas del entorno. Maceda era de sus fijos. 

Una de sus características más llamativas era la de referirse a él mismo en tercera persona, y ser capaz de echar una partida de cartas jugando todas las manos. Muchas eran las frases que se recuerdan de él, la más frecuente era “o tipo quere un botellín”. O tipo, como es lógico, era él mismo, y no era raro que algún parroquiano le pusiera entre manos una Cruz Azul (cerveza de moda en los comienzos de los sesenta), o una León, aunque la mayoría lo recordamos con la ourensana San Martín o la de aquellas famosa Skol. Al recordar sus frases se me viene a la cabeza el sonido de su voz muy característica, más rota que la de Sabina, pero que se entendía con bastante claridad: “O Paxaro, cando non come, bebe, e se non voa”.

Recuerdo una etapa al menos de sólida amistad con el Cepo (gran “dibujante” que nos visitará otro día), y no era difícil verlos cenar en las tardes noches del verano a la puerta de su casa, donde hoy está el Barallete (esquina Lepanto con plaza del Hierro). Antiguamente allí estaba una de las tiendas de "emergencia" de la ciudad, Orchapan se llamaba si mi memoria no me engaña. Mesa de playa y sentados en las escaleras, degustaban poco más que un pedazo de pan y algo de embutido, regados con una botella de Savin, aunque en ocasiones el Judío, el Cortes, el Samuel o el Volante contribuían con donaciones al menú. Por cierto, ¿alguien recuerda los calamares rellenos del Volante?, una exquisitez que tengo grabada en las papilas desde niño. El Savin era por una cuestión de economía, porque realmente O Paxaro cuando bebía vino lo prefería en cunca como buen ourensano. 

Me  quedo sin espacio pero prometo seguir en otra ocasión O Paxaro ben o merece.

¡O Paxaro voóu!

(En esta ocasión no me limito a mis recuerdos, y estos que aquí figuran son amigos que han colaborado a recuperar la historia de este personaje. A todos muchísimas gracias: 

Ángel Martínez Cid, Armando Ojea Bouzo, Moisés Limia, Enrique Menor, José Manuel Bouzo Limia, Enriqueta Outeiriño García, Uxia Fernández Fernández, Jesús Manuel López Alonso, Guillermo Fraga Díez, Jorge Fernández Castro, María Fernández, Jorge Encinas, Rafael Manuel Fernández Alonso, Sara Pérez Carballo, Lalo Salcedo, José Iglesias, Concha Seoane, Kiko Oliveira Cobelas, José Luis Osorio Fernández, Rafael López Fu, Bienvenido Pérez Paradela, José Cortes Solveira y Paco Franco). 

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