Opinión

De la liturgia a la vida

La Liturgia de la Iglesia es la oración por excelencia que forja personalidades cristianas, que encarna la idiosincrasia y el genio de los pueblos. Todo esto que es la Liturgia teológica y espiritualmente, está contenido con claridad en la “Sacrosanctum Concilium”, explicitado luego por los documentos con los que se aplicó la Liturgia (Constituciones Apostólicas, “Praenotanda”, Instrucciones, demás documentos de los papas y Congregación para el Culto divino y disciplina de los sacramentos, rúbricas, etc.).

A las celebraciones litúrgicas, el creyente acude buscando el “agua viva” que apaga la sed, el agua “que salta hasta la vida eterna”, es decir el Espíritu de Cristo que santifica el alma de los cristianos y con gozo, preparándose para el encuentro con el Cristo muerto y resucitado. Y sobre todo en la Eucaristía se robustece la fe, pues en ella se contiene la síntesis y la totalidad de la misma (CCE 1327; 1124). Es expresión culminante de la fe de la Iglesia y en ella se confirma y clarifica siempre la fe y termina siempre invitándonos a llevar a los demás lo celebrado, a comunicar a la fe profesada en la celebración. Las oraciones de poscomunión con frecuencia nos invitan a ser en la vida lo que hemos celebrado, a testimoniar en la vida entera lo que Dios ha hecho en el sacrificio eucarístico y eso es lo que el creyente está llamado a ser las veinticuatro horas del día.

Todo en la Liturgia se integra y entiende desde el misterio de Cristo, actualizado en la celebración, escondido, inagotable, pero misterio dado a conocer plenamente en la carne de Cristo (1 Tim 3, 16), y proclamado como buena noticia y que es necesario adorar con asombro y humilde fe, misterio que debe ser acogido con fe (1 Tim 3, 16) y apertura sencilla de corazón y a celebrar en fidelidad viviendolo con esfuerzo y paciencia.

En esta catequesis han sido maestros los Santos Padres de la Iglesia como pastores de comunidades cristianas, celebrantes y predicadores de la Palabra en las celebraciones litúrgicas a lo largo del “círculo anual”. Catequetas extraordinarios sobre todo en el período de la Iniciación cristiana, profundos teólogos conocedores de la “lex orandi” y constantes defensores e impulsores de la “lex credendi” para llegar a la “lex vivendi”. Ellos partiendo de la Sagrada Escritura y de las oraciones litúrgicas, iluminaron y movieron los corazones de los cristianos. Esto dio como resultado personalidades más auténticas y maduras. Cuando el misterio que se celebra en la Liturgia es acogido con fe y constancia, los sujetos celebrantes se impregnan de las actitudes fomentadas por la Liturgia: la escucha atenta, la disponibilidad, la ofrenda de la propia vida, el servicio, la caridad, la misión, el compromiso, el fomento de la esperanza, la alegría, el perdón, la misericordia, la justicia, el trabajo por la paz. Todo esto genera personas adultas cristianamente hablando y auténticas personalidades.

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