Opinión

La muerte y el final

Recientemente falleció un amigo, Juan José Rosillo Colón de Carvajal, nos veíamos con relativa frecuencia porque, aparte de ser vecinos, nos unía la afición por los coches, un amante de los automóviles clásicos, era mayor, como yo, tal vez un poco más joven, aunque ya sabemos que la cuenta atrás no siempre va por riguroso turno, tendremos que reconocer que, a ciertas edades, eso que llamamos muerte natural, empieza a tener sentido. Es tiempo de recuerdos; nos conocíamos desde hace muchos años cuando, con su hermano Diego y su inseparable secretario Sr. Castillo, iban, en los comienzos de “Canalcar”, a presentarme a su querida compañía de seguros, “La Equitativa” Fundación Rosillo. Con sus seguros continuó toda su vida, al viejo estilo, haciéndolo todo personalmente, pólizas, recibos y siniestros, hasta que la lucha contra la enfermedad se lo impidió. 

Juanjo Rosillo ha sido un claro ejemplo de fuerza de voluntad y entusiasmo en su lucha contra esa cruel enfermedad que al final, después de muchos meses de sufrimiento, le hizo caer, intentando siempre ganar algunos días, horas o minutos a esa vida que tan intensamente vivió. Acudía a nuestra reuniones y comidas de la AECD (Asociación Española de Clásicos Deportivos) disimulando su dolor y dispuesto siempre a dedicarnos su expresiva sonrisa. Juanjo; nunca olvidaremos tu presencia en el encuentro organizado por Juan Jordano y Antonio Castillo Olivares de hace unos pocos meses cuando, ya en tu silla de ruedas llevada por tu hijo Guillermo, nos diste una lección, enseñándonos lo que tendremos que hacer, sin traumas ni complejos, cuando en la última etapa de nuestra carrera por la vida, nos puedan fallar las transmisiones, digo las piernas. Nos quedaremos para siempre con el recuerdo de la imagen de verte saludando a todos, respondiendo a nuestros aplausos de admiración y cariño desde tu silla de ruedas en el salón de aquel restaurante de la plaza Mayor de Miraflores de la Sierra, como si fuera la salida de tu último rally en el que llevabas a tu hijo de copiloto o viceversa, nos dejaste a todos impresionados por tu fortaleza y por tu ganas de vivir, porque la gran mayoría de las personas en tu situación, no tienen ganas ni humor para asistir a estas movidas, tu sí, con un par, estabas allí, como un campeón. Gracias por tu compañía en todos estos años, te recordaremos siempre, eras lo que se dice un señor, amigo, compañero.

Se murió en la pasada Semana Santa y el cura, que dijo unas palabras en el Tanatorio de San Isidro de Madrid, relacionó un poco su muerte con el hecho de que ese día era Sábado de Gloria y el siguiente, Domingo de Resurrección. Los que ya hemos vivido muchas Semanas sabemos de que va esto, lo respetamos, lo entendemos pero sin profundizar, en todo caso podemos dejarlo en que hay coincidencias contradictorias. Hemos vivido de acuerdo con nuestras herencias culturales y religiosas; tradiciones, costumbres y creencias, en ellas seguiremos hasta el final, pero, por favor; que no nos lo expliquen, que no nos lo razonen, que no nos convenzan, hemos vivido, simplemente, hemos intentado ser buena gente, estamos conformes, en paz, fin. 

En nuestra mentalidad y educación cristiana, en torno al hecho de la muerte, se han ido haciendo tradicionalmente toda serie de reflexiones y meditaciones tratando de minimizar la putada de morirse. Que si muero porque no muero, que la muerte no es el final, pasamos a mejor vida, nos vamos al más allá, etc.. También pasa en otras culturas y religiones con tránsitos a paraísos más o menos perdidos o reencarnaciones, intentando procurarnos otro final distinto al que intuimos definitivo. Siempre será un consuelo, y para muchos podrá ser una ayuda para no deprimirse en tiempos de despedida por lo que respetamos sus ceremonias luctuosas y nos unimos a ellos en sus rezos, plegarias y responsos, pero somos conscientes de que no es fácil entender ese afán de transcendencia que tenemos los humanos tratando de relacionar nuestra estancia en este mundo con prolongaciones eternas mediante resurrecciones, espíritus o reencarnaciones en otras estancias, paraísos o infiernos. La muerte tal vez no sea el final, pero se le parece mucho.

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