Opinión

Putin pone un pie en América Latina

Uno de los confictos internos irresuelto más viejos de la época contemporánea, Cuba, vuelve a estar de actualidad por obra y gracia del presidente ruso, Vladímir Putin, que ha visitado la isla del Caribe estos días pasados para impulsar con fuerza las relaciones bilaterales y poner un pie en América Latina.

Tal conficto dura ya medio siglo desde la ilusionada pero después frustrante llegada al poder del hoy octogenario Fidel Castro en 1959, ha superado la guerra fría, el intento de invasióm de la isla en la bahía de los Cochinos en 1961, la crisis de los misiles rusos que enfrentó a John F. Kennedy y Nikita Jrushchov y que estuvo a punto de provocar la tercera guerra nudial, se mantiene de generación en generación, es coriáceo, parece haber salido del tiempo y del espacio. "Si se me considera un mito es mérito de los Estados Unidos", dijo acertadamente Castro en la época en uno de sus muchos discursos interminables.

La Revolución Cubana no resolvió, claro está, los problemas de Cuba. La hizo avanzar en alfabetización, lo que la distingue de los países de su entorno, en sanidad, en medicina y en igualdad aunque con un rasero bajo... pero todo ello sin libertades, sin democracia, sin elecciones, sin prensa ni radio libres, con un solo diario, "Granma" -cuatro magras y tristes páginas, sin Internet, sin Google -a los que el régimen teme más que a un nublado-, y sin que los sufridos cubanos, considerados por los Castro como menores de edad, pudieran decir esta boca es mía. Esta revolución no consiguió subvenir a las necesidades más elementales de los 11,2 millones de cubanos a lo largo de 50 años.

Ahora bien, hay que consignar en su descargo que Cuba soportó durante ese mismo periodo de tiempo un férreo bloqueo por parte de EEUU, aislamiento económico y comercial que sufre en particular el pueblo y no sus gobernantes.



UN REGALO DE 35 MIL MILLONES DE DÓLARES

Aislado por los EEUU y la Unión Europea tras la anexión unilateral de Crimea, el autócrata ruso se revolvió con rapidez, buscó desaladamente aliados y los encontró en Latinoamérica: Cuba, Brasil y Argentina, a donde viajó.

A Cuba llegó como un rey mago con una saca de regalos: el más importante fue el de la condonación del 90 % de la deuda abisal que la Perla de las Antillas había contraído con la Unión Soviética y que ascendía a la mirifica suma de 35 mil millones de dólares. El 10% restante será devuelto a lo largo de diez años en cómodos plazos y, lo que es más importante, se invertirá en la economía cubana. La verdad es que tales deudas de dinero no figuran más que sobre el papel, son incobrables, lo inteligente es cambiarlas por otras contraprestaciones en especie. El presidente Raúl Castro, también octogenario, calificó sin ambages de generosa la decisión de Putin que cayó como inesperada agua milagrosa sobre la reseca economía cubana. Si se tratara de otro líder podríamos decir que lo vino Dios a ver.

Olvidado el comunismo, la Rusia actual se convierte así en uno de los socios capitalistas de América Latina, el dinero no tiene olor. En distinto y también importante rubro, utilicemos el término latinoamericano, Rusia se ofrece a realizar las inversiones necesarias para crear un gran centro de transportes así como la construcción de un aeropuerto internacional con la terminal de carga en San Antonio de los Baños entre otros planes que adelantan las agencias de noticias. Ambos mandatarios firmaron un contrato para fabricar cuatro generadores destinados a la central ternoeléctrica de Mariel y se comprometieron a proseguir con las perforaciones en aguas cubanas del golfo de México en busca del oro negro que acabaría con las ppenurias antes evocadas, un "wishful thinking" (deseo ilusorio) al que no hay porqué renunciar.



BRASIL Y ARGENTINA, ALIADOS OBJETIVOS

En resumen, el presidente Vladímir Putin fue de viaje de negocios a América Latina y regresó con las maletas repletas de encargos, como el de la próxima compra por parte de Brasil de un sistema antiaéreo de defensa y el establecimiento de una cooperación nuclear pacífica con Argentina.

Con la presidenta brasileña, Dilma Roussef, firmó un importante convenio de Defensa que venía retrasándose. De resultas, Brasil

tomará parte ya el próximo mes de agosto en una demostración con fuego real del citado sistema defensivo, cuya adquisición se llevará a cabo en corto plazo de tiempo. El gigante latinoamericano y el euroasíatico estrechan, pues, sus lazos.

Igual buen entendimiento se produjo entre Putin y la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kichner, en este rápido pero fructífero periplo de cinco días del político ruso por Sudamérica. La estadista, escaldada por sus diferencias con el Fondo Monetario Internacional (FMI), aboga por sustituirlo por un Banco de Desarrollo de los BRIC Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) y así se lo hizo saber a Putin, que parece convertido en un gran proveedor de fondos para estos países latinoamericanos, aliados objetivos que reciben sus promesas y contratos que han sido recibidos como agua de mayo.

El hábil y controvertido Putin, de 62 años, que domina la política rusa desde 2004 ya como presidente ya como vicepresidente con Dmitri Medvedev en la máxima función, ex super espía por haber sido director del Servicio Federal de Seguridad (antiguo KGB), creyente que le gusta ser filmado en numerosas ceremonias religiosas ortodoxas, uno de los líderes mundiales más capaces aunque de métodos expeditivos a veces dudosos, impulsa ahora las relaciones con América Latina, en las barbas de los Estados Unidos que consideran al subcontinente como su coto vedado.

Las relaciones ruso- norteamericanas son cada vez más tensas.

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