Opinión

Relevo, esperanza y expectación

"Delenda est monarchia"

(Hay que destruir la monarquía).


Fue el famoso lema acuñado por el filósofo José Ortega y Gasset en 1930 en un artículo publicado en el diario "El Sol", primer atisbo del cambio de régimen que concluiría en el adveniniento de la II República el 14 de abril de 1931. Junto al médico Gregorio Marañón y al escritor Ramón Pérez de Ayala, Ortega había creado la" Agrupación de Amigos de la República" que logró un amplio apoyo social debido al prestigio de los impulsores, a su ideario avanzado y al hartazgo de los españoles que alcanzó su climax con los gobiernos sucesivos del general Berenguer y del almiramte Aznar, ambos presidentes del Consejo en la monarquía de Alfonso XIII, que tuvo una sola virtud: terminar por dar paso a una República ilusionante en aquellos momebtos.

Así se resolvió, de manera tranquila, el binomio monarquía-república hace 73 años. No es posible la comparación "mutatis mutandis" con la coyuntura actual pues los intelectuales y políticos de ahora no son tan prestigiosos ni aptos, aparte de que la destrucción de la monarquía no está a la vuelta de la esquina ni mucho menos. Al contrario, después de 40 años del oprobioso régimen de Franco más 39 del reinado de Juan Carlos I, a quien le debemos la instauración de la democracia que disfrutamos, hoy por hoy, en la primavera de 2014 existe gran expectación ante la próxima entronización como rey de Felipe de Borbón y Grecia, que, según las previsiones, apoyarán las Cortes con un desbordante 90%. España quiere pasar página, la monarquía de Juan Carlos está agotada. Los escándalos de corrupción del yerno del rey, Iñaki Urdangarin, que amenazan con salpicar a su mujer, la infanta Crisrina, no afectan directamente al heredero.



PALABRAS DE FELIPE VI

En su primer discurso, el que se convertirá en unos días en Felipe VI prometió hacer lo posible para que España sea "una comunidad social y política unida y diversa". Ardua tarea tal como están las cosas con una Cataluña empecinada en la independencia y los habituales tirones de la tela de retazos de las 17 autonomías. Vertebrar esta nueva "España invertebrada" como en la época de Ortega aunque por otras razones, será un desafío permanente para este rey de 46 años, serio, discreto, de conducta irreprochable, primer monarca universitario que lleva décadas preparándose para reinar y que ahora tiene que demostrar su valía para llevar las riendas de la jefatura del Estado, llega su hora de la verdad.

"Reitero mi empeño y convicción de dedicar todas mis fuerzas, con esperanza e ilusión, a la apasionante tarea de seguir sirviendo a los españoles", también proclamó el flamante monarca en sus primeras y muy sopesadas palabras pronunciadas en la entrega del premio Principe de Viana de la Cultura al historiador benedictino Tarsicio de Azcona en el monasterio de San Salvador de Leyre (Navarra).

Casado con la avispada periodista Letizia Ortiz Rocasolano, de 41 años, divorciada, de clase media, que ha sabido ganarse el aprecio de la reina Sofía y se desenvuelve en su alta función con toda naturalidad. El matrimonio tiene dos hijas, la mayor, Leonor, de 9 años, será la próxima princesa de Asturias y, por ende, heredera del trono.

El reino de España no es una "rara avis". Entre los 28 países de la Unión Europea, hay 10 monarquías: Bélgica, Dinamarca, Noruega, Países Bajos, Suecia, Liechtenstein, Mónaco, Luxemburgo, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y España. Coinciden con las naciones más adelantadas y prósperas, son parlamentarias y en ellas los ciudadanos gozan de todas las libertades.



CORTOS PERIODOS

En España se ha producido en estos últimos años el mayor éxito de una monarquía en los tiempos contemporáneos con el rey Juan Carlos: el paso incruento de una dictadura, la de Franco, a una democracia estable, una especie de milagro laico gracias a la Transición, que aún cuesta creer hoy en día.

El joven monarca de entonces sorteó todas las trampas de los militares y de la extrema derecha, hizo fracasar un golpe la noche del 23 de febrero de 1981 y se sentó por primera vez resueltamente en el trono, aunque después, al recordar estos dramáticos acontecimientos, solía agitar suavemente la mano derecha en un gesto español muy gráfico que significaba: estuvismos en un tris. España le deberá siempre la democracia. Hubiese sido mejor que sus cuentas estuviesen más claras y que se hubiese ahorrado los escarceos amorosos que se le achacan, pero nadie es perfecto. Su heredero tiene mucho trabajo por delante para igualar su reinado, coinciden los comentarios en la prensa internacional que siguió el acontecimiento con interés.

Estos días nos hallamos ante otros episodios muy contrarios y bien distintos. Recuerden: miles de personas con banderas tricolores republicanas atestaron la Puerta del Sol el domingo 2 de junio en una gran manifestación pacífica y festiva pidiendo la celebración de un referéndum sobre la República y demostrando que el sentimiento republicano no ha desaparecido, lo malo es que a España le falta rodaje, tal régimen sólo estuvo en vigor dos veces, de 1873 a 1874 con la Primera República y luego de 1931a 1939, Guerra Civil incluida, con la Segunda. Para los españoles que tienen convicciones republicanas y no quieren renunciar a ellas, queda como un sueño inalcanzado, como un desiderátum no cummplido.

Hoy en día, algunos partidos políticos radicales como, por ejemplo, el comunista "Izquierda Unida", del gris Cayo Lara, o el emergente "Podemos", del elocuente y ácrata Pablo Iglesias (nada que ver con su homónimo fundador del PSOE), han recogido el testigo de la extrema izquierda y propugnan la celebración de un referéndum para plantear la siguiente disyuntiva: o monarca por herencia o presidente por elección, una duda razonable que desechan tanto Mariano Rajoy como el líder de la oposición Alfredo Pérez Rubalcaba que, por distintas razones, envían la batallona cuestión monarquía o república "ad calendas graecas", es decir, a no se sabe cuando.

Todo esto no deja de producir una cierta aprensión: empieza un periodo esperanzador pero, naturalmente también de gran expectación.

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