Opinión

Laura

Apenas queda nada por decir cuando se produce un asesinato brutal con las características del sufrido por la profesora Laura Luelmo. Nada tampoco que consuele a la familia que acaba de perder una hija. Quizás las peores palabras de consuelo sean las que provienen de los políticos que tratan de congraciarse con unos padres, porque en ellas van también el interés por arrimar el ascua a su sardina, porque tras un minuto de silencio vienen otros cargados de ruido,  de insinuaciones, de medias verdades de especulaciones retrospectivas. Se ha llegado ya tan lejos en el populismo penal que el siguiente paso sería legislar sobre la abolida pena de muerte.

A cada suceso terrible le sigue la tentación, y a veces hasta se cae en ella, de legislar en caliente, de lanzar iniciativas que no evitan crímenes tan horrendos porque el riesgo cero no existe. Quienes más razón llevan son quienes promueven vivir sin miedo y que se garanticen derechos y libertades de las mujeres. Eso tampoco logrará evitar que un asesino asesine, pero al menos se habrá hecho todo lo posible en la dirección correcta. 

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