Por sus hechos los conoceréis, dice la fase bíblica, de tal forma que hacer juicios de valor antes de tiempo puede conducir a errores. La sorpresa del nombramiento del periodista y escritor Maxim Huerta como ministro de Cultura, la gran conmoción de un gabinete marcado por la solidez y solvencia de los designados, debe dejar paso a la valoración de sus decisiones cuando comience a tomarlas. En principio parece el eslabón más débil de un Ejecutivo diseñado con sumo cuidado para enviar mensajes políticos potentes con su apuesta por el feminismo, el europeísmo, la firmeza ante el problema catalán, o los elegidos para afrontar las que se consideran necesidades de país. Ser uno de los ministros independientes del Ejecutivo no le va a eximir de ser tratado con la misma mirada crítica que el resto de sus compañeros, porque no van a disponer de los cien días de gracia tradicionales y porque al Consejo de ministros hay que llegar aprendido.
