Opinión

Erdogan crece como figura internacional

Su papel en la reciente cumbre de la OTAN en Vilna, Lituania, ha sido clave, pero no debía sorprender: Erdogan se ha convertido en una figura cada vez más influyente en el escenario internacional. Por sus propios méritos, y porque el mundo anda escaso de grandes dirigentes políticos y jefes de gobierno. Biden sobrelleva regular el peso de la edad, en Latinoamérica han desaparecido los presidentes populistas de gran carisma para ser sustituidos por políticos de poca experiencia manejados por como marionetas por sus partidos, y en cuanto a Europa… 

Siempre se ha movido la UE en torno al paso marcado por Reino Unido, Alemania y Francia, pero Reino Unido ya no forma parte de la UE; Alemania ha perdido pero desde que Merkel abandonó la política; Macron no es capaz de mantener la imagen gala de la “grandeur” y si a eso se suma la guerra de Ucrania se hace muy evidente que Europa pierde protagonismo ante Estados Unidos -más su secretario de Estado y el de Defensa que el presidente-, ante una OTAN con un secretario general prestigiado que se ha visto obligado a ampliar su mandato, y todos ellos con los ojos puestos en Pekín y Moscú.

Erdogan ha sabido moverse con inteligencia, y sin ninguna duda ha sido la figura indiscutible de la cumbre de la OTAN, donde se ha movido con inteligencia.

Es respetado, que no querido, porque gana elecciones, aunque no ha dudado en acudir a métodos golpistas para controlar los resortes del poder. Mantiene buena relación con Putin, lo que significa que hay que tener en cuenta cada uno de sus movimientos, y ha jugado bien sus cartas de cara a la OTAN y la UE.

Durante un año ha bloqueado la adhesión de Suecia a la OTAN, veto que ha levantado en la cumbre lituana, pero ha cobrado un buen precio por su cambio de posición: lleva de nuevo a primer plano la futura adhesión de Turquía a la UE, que llevaba años sin avances, y además ha conseguido importantes medidas aduaneras entre Turquía y la UE, así como facilidades para la gestión de visados.

Stoltenberg tiene razones para sentirse satisfecho por los resultados de la cumbre de Vilna… pero Erdogan también.

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